Onofre Guevara López
No hay persona indiferente, ni quien no haya especulado alguna vez respecto al tiempo, pero todo el mundo ha estado más atento al tiempo por medio del reloj. Además de las incontables formas comunes en que usamos cotidianamente la idea del tiempo –como decir, “ya es tiempo de comer”, aunque no todos tengan qué— el diccionario recoge muchos conceptos sobre el tiempo. Uno de ellos, se refiere al tiempo como: “Parte determinada del ser en relación con el devenir continuo y sucesivo del mundo.”
De manera que son los hechos pasados y los del presente los medios por los cuales podemos conocer cómo pasa el tiempo; es decir, conociendo los cambios que se producen en los hechos de ayer y los que conocemos hoy. Los cambios que pensamos ver mañana, los podemos calcular por los hechos que vemos hoy, pero podrían ser, más que todo, frutos de la imaginación. De modo que para medir el paso del tiempo en la realidad, aparte de usar el reloj y tener conceptos especulativos, los hechos son infalibles.
Por ejemplo, cuando conocemos los hechos que sucedieron hace 77 años en la pequeña Isla del Maíz, y hace 66 años en la isla de Ometepe, y los comparamos con los qué ocurren ahora en ambos lugares, descubriremos fácilmente cómo ha pasado y cambiando el tiempo.
Comencemos con lo que ocurre hoy en esas islas. La isla del Lago de Nicaragua se ha convertido en un atractivo turístico por su excepcional belleza natural, y ahora llamada “una isla digital” por haber entrado en ella el uso masivo del Internet. Ometepe, cual postal turística, recorre el mundo por los medios de comunicación, promovida como centro turístico con méritos para atraer dólares al país en las tarjetas de crédito de los turistas de primera y en las mochilas de los turistas en chinelas.
Ometepe y las Islas Pequeña y Grande del Maíz en el Caribe, no solo son paisajes, sino también reservas naturales cada vez más raras en un mundo depredado por los apetitos insaciables de los centros de poder a nombre de los complejos industriales-militares abastecedores de instrumentos de destrucción y muerte.
En el año 2009 la isla de Ometepe no ganó en el concurso de “las siete nuevas maravillas del mundo”, y quedó entre las 77 finalistas. La elección la hicieron millones de personas a través de internet, y la isla nicaragüense fue ubicada entre los 16 lugares de los participantes por América Latina. Como se sabe, las islas del Caribe nicaragüense hasta son objetos de ilegal comercio internacional por medio de la Internet.
Pero, ¿qué sucedió en esas islas en el pasado, y qué tiene que ver con el presente? Pues tienen que ver con el tiempo pasado de la dictadura somocista y el tiempo presente sin somocismo y con marcados rasgos dictatoriales. Dos tiempos de un mismo proceso histórico.
En los años 1936 y 1937, Anastasio Somoza García, utilizó a Litle Corn Island como lugar de confinamiento para varios miembros del Partido Trabajador Nicaragüense, entre ellos, el poeta Manolo Cuadra, como castigo por su actitud patriótica anti dictatorial, porque entonces esa isla era un lugar de difícil acceso. Fue la ocasión en la que el poeta Cuadra, escribió su libro “Itinerario de Litle Corn Island”.
En agosto de 1947, después del golpe de Estado del mismo Somoza García contra el doctor Leonardo Argüello, y actuando como presidente de la república su títere Benjamín Lacayo Sacasa, les recetó confinamiento en la isla de Ometepe –como quien dice: les dio la isla por cárcel— otra vez al poeta Manolo Cuadra y a los militantes del Partido Socialistas Nicaragüense José Francisco Pinel, Manuel Pérez Estrada, Edmundo Leets Castillo y Augusto Lorío.
Esta vez, fue Lacayo Sacasa, granadino por cierto, que firmó el decreto con el que ordenó confinar a los mencionados ciudadanos a la isla de Ometepe, pero por orden de Somoza García. Lacayo Sacasa, quien ebrio y desde una hamaca “gobernaba” el país, argumentó el confinamiento diciendo que el poeta Cuadra, Pinel, Leets Castillo, Pérez Estrada y Lorío pertenecían… “a una organización política identificada con una ideología prohibida por la Constitución.” Ironía dictatorial muy conocida: un “presidente” producto de un golpe de Estado contra la Constitución, invocando la Constitución para robarle la libertad a los ciudadanos.
¿En qué ha cambiado esa política dictatorial con el tiempo? Solo en cierto modo, y no por generación espontánea, como todos sabemos. Este gobierno también se maneja al margen de la Constitución, y coarta las libertades ciudadanas, aunque al gobernante de facto no se le ocurriría mandar a sus adversarios políticos a Ometepe, o a las Islas del Maíz, porque en vez de castigo sería un premio.
Este gobierno solo ha cambiado las formas de castigar a sus opositores. No los confina a lugares distantes ni fuera del país, pero a sus partidos políticos los confina a la ilegalidad, anulándoles sus personalidades jurídicas. Y a los ciudadanos les conculca sus derechos políticos, no enviándoles adonde no quieren vivir, sino obligándoles a vivir sin derecho a elegir libremente a los gobernantes. Igual que en tiempos del somocismo, aunque sin exiliados políticos, pero sí, con demasiados exiliados económicos.
Los gobernantes ilegítimos siguen retando a la dialéctica, porque sus grandes intereses acumulados desde del poder –y por la ambición de seguir gobernando—, les estimula a no cambiar el hábito de castigar de cualquier forma a sus adversarios. Por suerte, tampoco los pueblos pueden cambiar así nomás, su derecho a la libertad por la sumisión ante ningún gobernante mediocre, afectado con el complejo de haber nacido candidato para la eternidad.
Ya vemos, es fácil medir el paso del tiempo.
*******
Paráfrasis
Vamos por más Victorias, por que las Toñas se acabaron.
----------------
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario