El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.
domingo, 2 de febrero de 2014
ANOTACIONES SOBRE JOSÉ MENDOZA
Luis Rocha Urtecho
Cuerpo a tierra es un título muy apropiado para el libro de poemas del militar que fue José Mendoza, pero a la vez, ¿quién lo iba a saber?, entraña una premonición. Es un título metafísico, propio de un ángel caído, que fue revolucionario y militar, por poeta.
Gran parte de la corta vida de José Mendoza fue la revolución: Soñarla, practicarla, defenderla y propagarla. Vivir y morir por ella. Quizás por eso una sensación etérea emana de sus versos, sin embargo tan terrestres o terrenales, tan vitalmente angustiados y eufóricos como la guerra misma, y tan soñadoramente esperanzados como el amor a sus seres más queridos.
La poesía de José Mendoza, como su amor o su forma de amar, no es propiedad privada: Se reparte y se comparte, en una entrega sensible y sensitiva, pero jamás sentimentaloide. Su compromiso es con la Utopía, y hacia ella conduce o a su manera trata de conducir, a los que más quiere.
Amor y libre. Revolución del mundo. Utopía y Revolución acaban siendo lo mismo. Su todo lo entrega a todos y a todas, con una naturalidad primitiva, sin egoísmos y sin proponerse dañar o engañar a alguien. Lo dice, lo hace y lo escribe. Dice y hace lo que siente. Hace lo que dice y cae. Pero es él mismo quien conduce a su juventud, a su poesía y a su vida misma, en ese torbellino de ideales sólo aparentemente ingenuos, hacia el infinito.
Cayó y voló siendo consecuente con sus ideales, en una tierra que no fue originalmente la suya, pero a la que heredó su cuerpo universal. Me parece mejor calificar un vuelo de esa envergadura, como de cósmico.
No dejaba de tener el aspecto de un ángel pobre, como el de Joaquín Pasos. Un ángel distraído, un perfecto SMP como le decían sus amigos por Sordo, Miope y Pendejo. Sin embargo su pasión revolucionaria y su impaciencia originada en la intolerancia de la injusticia, lo hizo creer que también podía ser un ángel exterminador.
La poesía, según él mismo, fue su piel: Dentro de sí sólo había transparencia. Se le salía la transparencia por los ojos, como por sus poemas.
La transparencia ética y estética en José Mendoza, tiene su raíz en su entrega total y desinteresada, atrincherada en un humor juvenil, y por encima de cualquier razonamiento. La razón nos hace, a veces, egoístas y cautelosos. Razonar, en José Mendoza, era un juego muy difícil de comprender. Su raciocinio estaba más allá de la razón.
Un hombre utópico: Su desapego por la vida y por las cosas, sólo es equiparable a su entrega por la justicia. A su apego al amor.
En casi ningún otro poeta joven he sentido con la misma intensidad la genética literaria nicaragüense, la disposición incondicional y generosa a dar continuidad a lo heredado y constituirse en un vaso comunicante entre las generaciones anteriores de poetas, desde Rubén Darío, hasta la suya que lo tocó padecer en toda su magnitud uno de los momentos más épicos y trágicos de la Historia de Nicaragua.
Desde cuando José Mendoza, con este libro, quedó finalista en el “Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío” en 1988, me pareció había ganado, finalmente, la poesía.
Esto explica lo siguiente: La ausencia de su libro en la bibliografía nacional, o mejor dicho dentro del patrimonio cultural-literario de Nicaragua, se había vuelto para mí una carga intolerable. Esa arteria con nuestra misma sangre no podía quedar suelta u olvidada. Por ello me enorgullece el haber sido el promotor, con la entusiasta complicidad de algunos amigos, para que este libro optara a ser publicado dentro del Conventio Editorial del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE), la Asociación Noruega de Escritores (ANE), y la Autoridad Noruega para el Desarrollo Internacional (NORAD).
Como si yo fuera José Mendoza, --y lo fui y sigo siendo-- envié el original de su libro, del que conservaba una copia que él mismo me había regalado, a participar. Fue una satisfacción el que una Comisión de Lectores, imparcialmente, lo escogiera, y que finalmente fuera publicado por Editorial Nueva Nicaragua con un prólogo de Ernesto Cardenal y un texto de Julio Valle-Castillo en su contratapa. El peso de la ausencia de este libro, que había aumentado con la muerte de José en enero de 1989, ha sido con su aparición aliviada: Se siente su sangre mezclarse con la de todos nosotros y se siente que la de él es un torrente de poesía fresca.
José Mendoza fue, en su momento, el principal responsable, junto con unos amigos suyos también poetas, de la sección de Nuevo Amanecer Cultural que dio albergue a los jóvenes poetas y narradores de su generación: ¡Cuidado: Poesía Fresca!, como la que José transpira desde su muerte imposible.
José Mendoza fue, sin proponérselo, uno de los mejores poetas de su generación, y lo fue por joven y fogoso, y por intuitivo y verdadero. La suya es una expresión vital que sin saberlo ya se paseaba por el borde del precipicio de la muerte. Algo así como un equilibrista de sonrisa burlona, que sobre la cuerda floja mantiene en vilo a sus perplejos espectadores, en el momento que finge caer –Cuerpo a tierra— para quedar para siempre con vida en nuestra alma de lectores, de poetas, de revolucionarios.
24 de octubre de 1996.
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