Ni
relevo político ni un milagro
Onofre Guevara López
El ciudadano nicaragüense don Leopoldo Brenes
Solórzano, arzobispo hasta el día sábado 11 de enero, y cardenal de la iglesia
católica a partir del domingo 12, recibió su
nombramiento con sencillez y humildad. Por el lado de los fieles católicos,
el suceso ha causado mucho júbilo, aunque, por la heterogeneidad de este
colectivo, su júbilo no tiene igual significado para todos.
A los creyentes católicos, además de su diversidad social,
los dividen intereses económicos y políticos. El catolicismo de la gente del gobierno,
el de la burguesía –nueva y vieja— y el catolicismo
de los pobres, son diferentes en su concepción y en su práctica.
Quienes no estamos dentro de ninguna comunidad religiosa,
percibimos de otra forma el mismo suceso, aunque sin criterios homogéneos, dado
que también median intereses desiguales, como en todo grupo humano. En lo
personal, veo importante el nombramiento de un nuevo cardenal, porque la
iglesia católica necesita pastores como don Leopoldo Brenes, en momentos que su
influencia se debilita por su histórico anquilosamiento y su corrupción, males
que el nuevo papa empieza a cambiar para poder trascender la línea tradicional del
Vaticano.
Parece que lo majestuoso de sus rituales como
institución religiosa, ya no pasa ante la gente como semejanza de santidad,
sino como vanidad y banalidad mundanas, sobre todo ahora que muchas santidades
protocolarias de todo el mundo actúan en el mismo escenario eclesial con sus delitos
sexuales y financieros.
Por eso, las innovaciones de Francisco I son indispensables,
al menos, en sus estructuras formales, para poder avanzar su proyecto renovador.
El carisma ganado por Francisco I en todas partes en tan corto tiempo, confirma
que la mayoría de los creyentes católicos le dan la razón y le apoyan, lo que
no encuentra en la ultraderecha internacional ni en la minoría ligada a los
grandes negocios de la iglesia o con negocios particulares ligados a la iglesia.
El nombramiento de Brenes Solórzano como nuevo
cardenal, está dentro de ese espíritu general de cambio, máxime que en el
presente nicaragüense hay una dictadura en proceso de consolidación, lo que no
concuerda con las ideas del papa, pero el papa sí, coincide con la posición de
la jerarquía local de su iglesia. El otro cardenal nicaragüense, Miguel Obando
–además de no ejercer oficialmente ningún cargo de la iglesia—, ya no es útil
para llenar las aspiraciones del papa Francisco de tener una iglesia renovada, por
su compromiso con las políticas autoritarias del poder orteguista.
Francisco I, además de conocer que las condiciones
políticas actuales del país son diferentes a las de los ochenta, conoce que la
posición comprometida del papa Juan Pablo II con la agresión extranjera propició
el nombramiento de Obando Bravo como cardenal. Por lo tanto, no solo sabe que aquellas
condiciones y los intereses del cardenal Obando cambiaron, sino también de su adhesión
incondicional a Daniel Ortega.
A nueva situación, nuevos protagonistas. Es conocida
la amistad del cardenal Brenes con el Papa Francisco, pero no es esa la única
razón de su nombramiento. Otra razón es que las ideas de cambio de la iglesia
las comparte Brenes Solórzano, y en su práctica pastoral es uno de los que,
dentro de la Conferencia Episcopal, ha dado muestras de entonar con las ideas del
papa argentino, aunque la actitud de Brenes ante las arbitrariedades del
orteguismo, ha sido menos beligerante que la de otros obispos.
Si, como se espera, el cardenal Brenes leerá correctamente
el mensaje de su nombramiento, que nace de la nueva tendencia vaticana de no
seguir reacia ante la lucha por la justicia social y los derechos humanos, no
hay dudas de que el pueblo podrá sentirse moralmente apoyado en su lucha por rescatar
sus derechos democráticos. Pero sería triste
que el pueblo católico hiciera una lectura equivocada del mensaje, y en vez de
animarse a poner lo que le corresponde poner en la lucha democrática, creyera
que la buena intención papal será el milagro que solucionará los problemas
nacionales.
Como creyente, el pueblo puede ser que vea el
nombramiento de Brenes como un milagro y hasta sentirse “bendecido por Dios”. Por
otro lado, la buena acogida que pueda tener este nombramiento entre los no
creyentes, no sería para estimularles algo parecido a una conversión –aunque quien
lo hiciera, estaría en su derecho—, pero serían necios si negaran lo positivo
que tiene el suceso.
Es entre los promotores del autoritarismo y la
dictadura donde están las inconformidades con los cambios en la iglesia, aunque
no las expresan de forma franca. Más
bien, oficial y burocráticamente, están aparentando satisfacción por el
nombramiento del cardenal Brenes, y tratando de congraciarse con él. Mientras tanto
Brenes no confirme la posición crítica ya expresada por la Conferencia
Episcopal, Ortega intentará conciliarlo con las posiciones de su cardenal privado.
¡Y cómo le gustaría verlos juntos en sus actos políticos!
Este suceso religioso y cultural, social y político del
nombramiento del cardenal Brenes, abrió una nueva etapa en la vida nacional. No
obstante, aún se ignora cuál será en la actitud de los partidos políticos y los
movimientos sociales –aparte de las felicitaciones de rigor—, pero no sería raro que, por las creencias
religiosas y el oportunismo de algunos de sus líderes, estuvieran tentados a ver
como un relevo político lo del nuevo cardenal, y acomodarse a la esperanza de
un milagro que cambie la situación del país. Y, en espera de ese “milagro”, podrían
abandonar su espacio en la lucha, o debilitar aún más la unidad en contra del
acelerado proceso dictatorial.
Para evitar desviaciones de ese tipo, es justo que
las bases –creyentes o no—, mantengan una
vigilancia crítica. Y no dejar de ser críticas hacia las posiciones
tradicionales de gobernantes y políticos de oposición que utilizan la religión como
instrumento de control sobre la conciencia del pueblo.
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Paráfrasis
Hay “nuevos tiempos para la Patria”, pues hasta hoy…
¡los tiempos viejos han sido para negociar con ella!
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