Onofre Guevara López
Quizás sea más apropiado decir que en nuestro país, el Primero de Mayo ha sido convertido en un evento desclasado, despojado de su identidad histórica, desde cuando el gobierno lo sustituyó por el 30 de abril. Lo tiraron al vacío de la inocuidad social, pues el Primero de Mayo es el símbolo, fecha que marcó el inicio de las huelgas obreras en Chicago (1886), las cuales el vengativo sistema capitalista castigó con cárcel y muerte, tratando de preservar una de las formas claves de su explotación: la jornada laboral de más de ocho horas.
El “fechicidio” de Ortega no es casual, menos inocente. Con el cambio de fecha de la conmemoración obrera internacional, logró lo que el somocismo no pudo con todos sus medios de represión durante 43 años de dictadura: desclasar una fecha simbólica en la lucha de los trabajadores por la justicia social. Primero compró la voluntad de un grupo de líderes de la mayor parte del sindicalismo, para dejarlo sin autonomía ni agenda propia, sometido a su agenda política. Ni en el país-cuna de la masacre del 86 del siglo XIX, donde oficialmente se ignora el Primero de Mayo, evitaron que se conmemorara en las calles de Nueva York y otras ciudades, enarbolando la demanda de respeto a los derechos humanos de los inmigrantes.
Los trabajadores nicaragüenses comenzaron a experimentar la suplantación de su día desde antes de la derrota de la revolución, cuando la dirigencia sindical –entonces sandinista— comenzó a ceder su espacio a Ortega en la conducción sindical, y permitió ser suplantada por él en la tribuna de los actos conmemorativos del Primeo de Mayo. Ahora, los líderes de la CST y el FNT, convertidos en instrumentos políticos de Ortega, solo se ocupan de obligar la asistencia obrera y dirigir el coro de las ovaciones y las consignas que Rosario elabora. Así surgió la gran paradoja: quien nunca tuvo relación alguna con el trabajo, se convirtió en el “grande y único líder obrero”, con la facultad de cambiarle la esencia de clase al Primero de Mayo, sacarlo de las calles y del histórico calendario de las luchas obreras.
Eso coincidió con el proceso de escape de Ortega de las posiciones revolucionarias hacia su nueva condición patronal derechista, escape que no ha querido hacerlo en solitario, y arrastra consigo a gran parte del movimiento sindical. Este es un fenómeno político y social de efectos superiores al cambio del día para conmemorar el Primero de Mayo, pues se trata de la anulación de la autonomía sindical que los trabajadores conquistaron, aun estando el país estaba bajo la intervención armada de los Estados Unidos. La lucha por la existencia del sindicalismo y la conservación de su autonomía, fue paralela a la lucha armada del General Sandino contra esa intervención. El movimiento obrero rompió el monopolio político de las clases dominantes tradicionales y dejaron de ignorarlo solamente para reprimirlo y calumniarlo.
El objetivo del gobierno orteguista no ha sido muy diferente al de los gobiernos anteriores. Concluida la revolución, se desnaturalizó una de las funciones del sindicalismo como controlador social de las instituciones estatales, y ahora Ortega lo utiliza en su interés de perennizar su proyecto político personal. Estimula la desviación político-ideológica del sindicalismo y lo obliga a aceptar sus arreglos personales con la clase patronal, lo que desnaturaliza y entumece la actividad de los sindicatos.
Aunque el surgimiento de nuevos organismos sindicales es indetenible –porque nacen por una necesidad objetiva de las contradicciones sociales—, la traición de los líderes sindicales por su claudicación ante el gobierno y los patronos, es factor de retraso y sabotaje en contra del sindicalismo. El sistema impuesto por el orteguismo, es una escuela permanente para la perversión del sindicalismo.
Recuperar la independencia de los sindicatos y el desarrollo de la conciencia de clase, y reactivar su innata combatividad, es la tarea más importante que tienen los trabajadores en esta etapa. Pero no será una tarea fácil ni de corto tiempo, pues visto objetivamente, ni siquiera se vislumbra el inicio de tan enorme tarea, porque antes habrá que remover el sistema que ha creado las condiciones para la descomposición del sindicalismo.
Y es imperativo que de esta tarea no quede marginada ninguna de las tendencias en las que está dividido el sindicalismo, pero a condición de luchar por la renovación de sus actuales líderes, los cuales sufren de la misma enfermedad del sistema político y social establecido: la corrupción. Esto hace mucho más difícil la reivindicación de la independencia del sindicalismo nicaragüense, pero no imposible.
******
Paráfrasis:
Dicen que Casi todo lo bueno que se ha dicho del socialismo es mentira; y todo lo malo que se dice del capitalismo… ¡es la pura verdad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario