Onofre Guevara López
Durante la guerra de los ochenta se montó un escenario apropiado para la manipulación religiosa, continuó después de la guerra y en los años 2000 las ideas providencialistas aumentaron su presencia en los medios de comunicación. Predicadores apocalípticos aprovecharon la situación de inseguridad y pobreza, herencias de los años de guerra, para invadir los medios –en especial las radioemisoras— y desde ahí ganarse la conciencia de la gente con supuestas curaciones espirituales. Sobre todo, de las personas pendientes de los milagros de sus divinidades para aliviar su situación vital.
Eso lo aprovecharon también los gobernantes, sin faltar Daniel Ortega, para agradecerles a “Dios y a la Santísima Virgen María” la fructífera oportunidad de ser jefes de gobierno. No sería raro que Ortega atribuya su “conversión” a un milagro de San Juan Pablo II.
Dentro de aquel propicio ámbito nacional –más sus proyecciones internacionales—, fue anunciada la supuesta aparición de “la virgen de Cuapa” (1980); luego, se produjo la primera visita de Juan Pablo II (1983); y trece años después, la segunda visita papal, cuando la revolución ya tenía su RIP encima (1996).
Lo de Cuapa, fue la versión “moderna” de lo de Fátima, Portugal, cien años después, con un mensaje anti comunista allá, y un mensaje anti sandinista acá, y en ambos casos, hubo intervención de la ultra derecha internacional. En Cuapa, hubo injerencia de uno de sus organismos especializados inexistente en Fátima: la Agencia Central de Inteligencia (CIA). El colofón paradójico del cuento de la “aparición” en Cuapa, es que Daniel Ortega, quien entonces encabezaba el gobierno contra el cual divulgaron el “mensaje de la virgen”, es ahora, 34 años después, ¡un fiel devoto de “la virgen de Cuapa”!
La visita del papa en el 83, la hizo predispuesto a confrontar la revolución y lanzarle al mundo el mensaje de paz y reconciliación sin mencionar la agresión norteamericana mientras, de paso, aportaba su cuota a la alianza con Ronald Reagan. Sobre lo ocurrido frente a la UCA durante la presencia de Juan Pablo II, hubo cosas especialmente tergiversadas: las peticiones de una oración del papa por los asesinados por la Contra en San José de las Mulas, la negativa del papa a pronunciarla y la reacción de la gente. La demanda de la oración de las madres fue un acto sincero, pero la negativa del papa a ofrecerla, fue un gesto político. El hecho probable de que haya habido entre los manifestantes quienes fueran preparados para respaldar a los creyentes, no disminuyó en nada la sinceridad de la petición clamada por las madres ni la espontaneidad de la protesta masiva.
Cuando trece años después se produjo la nueva visita de Juan Pablo II, y tuvo una no muy oculta finalidad revanchista por lo que él creyó fue un mal recibimiento oficial en 1983. Con ese sentimiento, el papa resumió en una frase definitoria lo que él dijo ver en la época sandinista: “una noche oscura”. La frase completa fue: “Recuerdo la celebración de hace trece años; tenía lugar en las tinieblas, en una gran noche oscura. Hoy he tenido la misma Eucaristía al sol; se ve que la Divina Providencia está actuando sus designios en la historia de las naciones de toda la humanidad.”
Se cobró y con réditos. El papa invocó a la divinidad como autora de la derrota revolucionaria, y le hizo el regalo de una consiga a la derecha local, la cual flamea en cualquier ocasión que cree necesario: “la noche oscura”. O sea, que a la noche de agosto de 1983, le han dado una simbología muy distinta de la realidad, para lo cual se han falseado y ocultado hechos. En lo oscuro se quiso simbolizar a la revolución, y a su contraria, la contrarrevolución civil triunfante (la “eucaristía”), la simbolizó en el sol, en la luz.
¿Qué es lo que, adrede, dejaron oculto? El hecho simple de que la plaza donde se le recibió en 1983 era improvisada –pese que, dos años antes, allí se celebró el primer aniversario de la revolución—; después de la calle frente a la UCA, hacia el norte, había un amplio espacio sin pavimento ni buena iluminación. De forma que, como el acto se convocó para la tarde, la anoche llegó sin que el acto hubiese terminado. El papa simbolizó esa oscuridad circunstancial, con la oscuridad política que él supuso significaba la revolución.
Revancha y manipulación a la vez. El acto en la plaza del malecón --a la que después de la visita papal llamaron “plaza de la fe”-- fue a pleno sol, de lo cual el papa dedujo que la claridad había triunfado sobre la oscuridad. Pero hubo algo que no tomó en cuenta y volvió más falso el mensaje: esa plaza… ¡había sido construida e iluminada por una alcaldía sandinista!
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Paráfrasis:
“Atila” ordenó demoler la Concha Acústica, dizque estaba por caerse solita debido a su “debilidad estructural”; pero tardaron cinco días para demolerla, porque… ¡de ”Atila” reflejaron su debilidad moral!
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