El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 2 de noviembre de 2010

Veámonos en ese espejo

¡Salud, Dr. Roberto Argüello Hurtado!
Julio Francisco Báez Cortés

Toda conmoción ética y moral de la sociedad motiva la búsqueda afanosa de testimonios de carne y hueso que –desde el trabajo, la política, el magisterio o la comunidad– sean capaces de traernos aires de consuelo y renovación vital. En la hora de la desolación, siempre existen paradigmas de esperanza. Están ahí en nuestro entorno cotidiano, sin aspavientos, humildes en su frugalidad, espejos en los que desearíamos reflejarnos de la misma manera que el infante sueña con ser idéntico a sus papás. “Cuando veas personas que transpiran integridad y no se rinden, persíguelas sin vacilar porque anuncian en silencio que el decoro nacional sufre pero nunca muere”, imaginemos que así reza el coraje popular.

Inicio con esta reflexión para informarles que un patriota de esa estirpe cumple hoy día 80 años de existencia y dignidad. Hablo del Dr. Roberto Argüello Hurtado, impecable hombre de familia, soldado de la ley, renacentista de la Patria. Advierto que esta evocación la escribo con el conocimiento de causa que dicta mi modesta experiencia, y el honor de haber compartido con él no muchos pero sí intensos y cruciales momentos de lucha profesional. He sido su colega-ayudante devenido discípulo y voy a continuar en tal condición mientras él no disponga lo contrario.

Permítanme volver la mirada 40 y tantos años atrás. Durante mis últimos tiempos de Secundaria en el Instituto Pedagógico de Diriamba, finales de los años 60, aprovechaba cualquier bajada a Managua para curiosear por la Cámara de Diputados del Palacio Nacional, esporádica experiencia que años después convertí en hábito forjador. En ese variopinto Congreso de la República había de todo. Por ejemplo, mientras el nefando Orlando Morales Ocón –otrora juzgador somocista de nuestro Carlos Fonseca– literalmente se tragaba a borbotones más de un vigorón en su propio escaño, tres cacaos incluidos con la peor educación, en abierto contraste sobresalía el exquisito verbo encendido de un diputado conservador que a todas luces llamaba la atención: Roberto Argüello Hurtado.

Su vibrante y lúcida argumentación me impactaba, aunque en ese entonces poco o nada comprendiera de lo jurídico. Desde el barandal que separaba a legisladores de periodistas y visitantes, atontado le veía en el esplendor de su fogosidad denunciando con valentía las injusticias y arbitrariedades de Somoza. Llegaba a casa y lo comentaba con mi padre. Cara de Triángulo confirmaba las sospechas del bisoño admirador: “Es un diputado combativo y honesto, hombre arrecho como Pedro Joaquín y Pasos Argüello, nada que ver con otros políticos sinvergüenzas”, orientaba el viejo. ¿Para qué quería más?

Después de seguirlo a distancia en muchas de sus andanzas –abogado defensor de héroes sandinistas en consejos de guerra, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, diplomático laureado por el Gobierno de Francia, litigante ganador, y mejor no sigo–, un día visité al Dr. Argüello Hurtado para pedirle que por favor leyera el borrador de un libro que estábamos finalizando sobre crítica técnica a las políticas fiscales del gobierno de doña Violeta, intitulado “Tentaciones del Poder. Legalidad y Tributación”. También le rogué que si de la guillotina salían ilesos los autores, nos honrase escribiendo el prólogo del librito. Tono paternal y su acostumbrada respuesta generosa: “Claro que sí, hombre, sólo necesito un tiempito”.

Extraigo de aquel escrito de 1994 un par de ideas centrales de este apasionado defensor constitucional, cuya premonitoria actualidad me hace pensar que el Dr. Argüello las escribió hoy: “(Desnudemos) el trasfondo hegemónico de la lucha por el poder, por el control de las finanzas del Estado que es el control del poder mismo”. Toda su vida ha denunciado el maestro a quienes “otorgan preferencias a las razones ocultas del poder por el poder, antes que a la Constitución Política, ley suprema del Estado”.

Estas pinceladas me llevan de la mano a un terreno incómodo y explosivo. Subrayo lo de incómodo y explosivo porque el jurisconsulto Argüello Hurtado no concibe a Calamandrei, Carnelutti, García de Enterría, Cabanellas o Ignacio Burgoa, sin encarnarlos en lo social… y toda lucha social levanta ampollas. ¿O ya olvidamos que el alma de Sócrates antecede a la letra de la ley? Por ello les entregaré una de las joyas más hermosas en los 55 años de ejercicio profesional de nuestro personaje: desde hace tres lustros el Dr. Roberto Argüello Hurtado representa a 307 obreros en un calvario que ha transitado por 9 instancias judiciales, triste caso que duerme impasible en la Corte Suprema de Justicia. Mientras tanto, los reclamantes del pueblo van muriendo poco a poco bajo el peso de la miseria y el abandono.
No explicaré detalles del mismo, sólo puedo asegurarles que en la Sentencia No. 66 de la Corte Suprema de Justicia, 17 de agosto de 1998, habitan monstruos, y que esta pieza histórica de la ignominia jurídica en Nicaragua debe ser conocida por los 17 mil abogados inscritos en la CSJ, por los 23 mil estudiantes en 25 Facultades de Derecho y por los seis millones de habitantes del país. Lucha brutal que Argüello Hurtado califica de “sorda pugna interna entre poderío económico y potestad jurídica, entre legalidad y hechos económicos; esclavitud del Derecho ante la política y amenazas de ésta al orden jurídico”.
Sin duda, este caso es una de las mayores victorias morales de la perseverancia y del compromiso social de un abogado en Nicaragua. Insólitamente, el asunto aún espera la resolución final de los señores magistrados, ¡pero el Dr. Roberto Argüello Hurtado no cede un milímetro!
Si en momentos de peligro inminente el instinto de la especie logra protegerse bajo aleros de sobrevivencia, mayor razón cuando a la sociedad entera le toca jugarse el futuro en el hervidero de una profunda crisis ética y moral. El caso de Nicaragua resulta emblemático. Escudos inspiradores como la vida de Roberto Argüello Hurtado están llamados a mover montañas del renacer institucional. ¡Veámonos en ese espejo!

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