El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 2 de noviembre de 2010

La política del vientre

Andres Perez Baltodano
A mis alumnas/os, aquí y allá
En estos días, mientras mi universidad se prepara para una huelga, estoy leyendo los análisis que escribieron mis alumnos de un libro que, en poco tiempo, se ha convertido en un clásico de los estudios políticos de la África subsahariana. En su traducción al español, este libro se titula El Estado en África: La Política del Vientre, del politólogo francés Jean-François Bayart, publicado originalmente en 1989 como L'etat en Afrique: Politique du Ventre.
Leo nuevamente este libro, y leo los trabajos de mis estudiantes, mientras la imagen de mi Nicaragua se mezcla y confunde con la de las sociedades de la sufrida África que describe y explica Bayart en su obra. Juzguen ustedes, las lectores, si nuestra práctica política se asemeja, o tiende a aproximarse, a la política del vientre que con gran rigurosidad y elegancia analiza Bayart.
La expresión la política del vientre es una representación metafórica del poder como un pastel que se come. Participar en esta política es competir por acaparar el pedazo más grande posible del pastel de la riqueza nacional. Así pues, los camerunianos hacen referencia a los empleos públicos como “boletos” para participar en la comida del Estado. Los nigerianos hablan de “compartir la torta nacional”. En la África del Este, una fracción partidaria que se separa de su núcleo se conoce como “kula,” que en swahili significa “comer”; es decir, una fracción partidaria es un vehículo para llegar al banquete donde se reparte la riqueza nacional. Y por supuesto, el que tiene más galillo traga más pinol, como lo atestigua el ejemplo de Mobutu Sese Sek, quien durante su gobierno en el antiguo Zaire, se embolsó nada más y nada menos que 5 mil millones de dólares.
Pero antes de que ustedes se adelanten a tipificar la política del vientre como “corrupta”, debo explicar que Bayart rechaza, por “simplistas” y “eurocéntricas”, las posiciones y explicaciones de los que solamente ven “disfuncionalidad” en la política africana. La política del vientre, dice, no puede calificarse, simplemente, como antidemocrática o deshonesta porque no constituye una distorsión de las normas de la democracia y la honradez. Para Bayart, la política del vientre no es una desviación de estas normas; es la norma que funciona como la variable independiente a la que las sociedades africanas han adaptado los procesos y las instituciones que heredaron de sus colonizadores.
África, dice Bayart, se apropió de la institución del Estado impuesta por los europeos y la modificó hasta hacerla funcional a la política del vientre que se ha practicado en este continente durante siglos, como resultado de su particular desarrollo histórico. Algunas de las principales características de este proceso son: el endeble desarrollo de las fuerzas productivas de las sociedades africanas y, directamente relacionado con lo anterior, la débil acumulación económica y centralización política que han tenido lugar en estas formaciones sociales. Estas particularidades históricas, dice Bayart, son responsables de la “ausencia de hegemonía” en África; es decir, de la ausencia de estructuras de poder con la capacidad de crear “arcos de solidaridad” que funcionen por encima de las diferencias sociales y étnicas que dividen –a veces con la brutalidad genocida que se expresó en Biafra o en Rwanda-- a las sociedades de este continente.
Puesto en otras palabras, la “ausencia de hegemonía” en las sociedades africanas denota la inexistencia de un consenso social con la capacidad de transformar el poder en un sentido de derecho y la obediencia en un sentido de obligación. Como resultado de esta carencia, las estructuras de poder de las sociedades que analiza Bayart han dependido, y siguen dependiendo, del uso de la fuerza. Estas estructuras no generan seguridad porque el poder que depende de la fuerza es siempre impredecible; ya sea por la forma caprichosa con la que ésta típicamente se utiliza; o porque el poder que se sostiene en la coerción puede pasar rápidamente—como lo atestigua la historia política de África-- de un teniente golpista a otro.
Para tener éxito o, por lo menos, para sobrevivir en el juego de la política del vientre, es necesario desarrollar la capacidad para adaptarse con rapidez a los cambios que ocurren en la ubicación, la forma y los usos del poder. Pero sobre todo, el éxito en la política del vientre depende de la capacidad de los actores para mantener buenas relaciones con los que controlan el pastel del poder, desde dentro o fuera del país. Esta necesidad hace de la política del vientre, una práctica eminentemente extrovertida que tiene muy poco o nada que ver con convicciones y valores personales. Lo que cuenta en este juego político no es lo que uno cree sino la capacidad que uno tiene para vivir como el camaleón: “cambiando de colores según la ocasión”.
Las convicciones y los valores personales son un lastre demasiado pesado y, por lo tanto, incongruente con la agilidad y el oportunismo que demanda la política del vientre. También lo son las ideologías o las filosofías políticas. Esto explica, dice Bayart, que los valores asociados a la idea de la democracia no hayan encontrado un terreno fértil en las sociedades que él estudia. En estas sociedades, la democracia forma parte de una estructura de relaciones sincréticas en las que su sentido original ha sido “africanizado”. Lo mismo puede decirse de los partidos políticos que en África, como en Nicaragua, proliferan como los hongos después de la lluvia.
En África, dice Bayart, los partidos políticos operan, simplemente, como vehículos que les permiten a los actores políticos “mantenerse en la jugada” de la “democracia”, mientras la democracia sea el juego que hay que jugar. Estos mismos actores abandonarían esos vehículos y se integrarían, sin pestañear, a un partido único centralizado, si el juego de la democracia fuese reemplazado por el del fascismo; o abandonarían por completo la idea de los partidos si la democracia fuese sustituida por un sistema monárquico absolutista. Recordemos: la política del vientre se juega “hacia afuera”, en la tarima del teatro de la democracia, o del totalitarismo, o de cualquier cosa. El cómo, o con cuál discurso, filosofía, o propuesta se obtiene un pedazo del pastel de la riqueza nacional es irrelevante. Lo importante es obtenerlo. Y si para esto hay que crear un partido, pues se crea. Y si el juego político demanda dividir el partido, pues se divide. En una frase que podría estar pensada para Nicaragua, Bayart dice “En África, tres personas hacen un partido; cinco crean condiciones para la disidencia y el fraccionalismo”.
Más recientemente, las sociedades de África han adaptado las ideas del desarrollo, la gobernabilidad, la sociedad civil y otros productos importados del exterior, a la política del vientre. En estas sociedades, los actores políticos saben que para tener acceso al pastel de la riqueza nacional deben incorporar a su práctica el discurso de la cooperación internacional, al mismo tiempo que acomodan la dinámica de esta cooperación a sus intereses.
Bayart explora en su libro los posibles escenarios del futuro de la política del vientre. Son escenarios generales porque el foco de su libro es la explicación de cómo funciona la política africana y cuáles son las principales causas de este funcionamiento. Bayart nos habla de la posibilidad --y la esperanza-- de que las sociedades del sur del Sahara logren alcanzar una consolidación hegemónica conservadora, o una radical, o una moderada, que puedan poner fin a las terribles consecuencias sociales de la política del vientre en el continente africano.

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