Para que el ejercicio de la ciudadanía sea democrático, sin imposiciones ni violencias, hay que ir educando a la niñez y a la gente adolescente en la familia de manera no autoritaria ni violenta. Ahí es donde la vida privada y el ejercicio del poder en el hogar tienen su profunda conexión con la vida pública. Familias que educan a las hijas y los hijos imponiéndose, sin permitirles hablar, provocándolos y aterrorizándolos, o haciéndolos testigos involuntarios de escenas de violencia doméstica, no son buenos viveros de ciudadanas y ciudadanos democráticos. Y si la educación autoritaria en la familia es reforzada por la educación autoritaria en las escuelas, los resultados antidemocráticos se acrecientan.
En la actualidad, como ya hemos visto, lo peor que padecemos y es como una plaga que ha llegado a caracteres de pandemia a raíz de la crisis económica mundial, es la desconfianza por la vida pública, y la desilusión o desencanto con la política. No nos interesa comprometernos en la vida pública porque decimos que está marcada y manchada por la política y que la política solo es intereses egoístas y corrupción. E l drama consiste en que así nos condenamos a seguir teniendo una vida pública en manos de los egoístas, los venales y los interesados, en una palabra una política en manos de la gente corrupta. El reto mayor que hoy se nos presenta es levantarnos de la apatía y decepción que nos ha causado la corrupción y la ineficacia e ineficiencia de los gobernantes. Para que la política aquí y en el mundo no acabe siendo dominada por el individualismo neoliberal clasista y por su paroxismo, el crimen organizado, alrededor de los imperios económicos del narcotráfico, y los tráficos de armas, de desechos tóxicos, de niños, de órganos humanos, de fármacos falsos, de indocumentados de paso hacia los Estados Unidos o hacia Sicilia, Apulia, el Algarve o Algeciras, es imprescindible un compromiso serio con la participación cívica.
No hay que olvidar que agachar la cabeza y quedarnos en nuestro nido es otra forma de corrupción que hace triunfar al egoísmo de la vida privada. No lo es, en cambio, un abstencionismo o un voto en blanco masivo como forma de protesta, por ejemplo, contra elecciones presagiadas como fraudulentas. Tampoco se puede olvidar, sin embargo, que el abstencionismo puede convertirse en un arma de dos filos, como ocurrió hace tres años cuando la oposición retiró a sus candidatos de la elección al Congreso en Venezuela y entregó este totalmente en manos de los candidatos partidarios de una sola opción, la del presidente Chávez.
Juan Hernández Pico, S.J.
Iglesia Viva: Sección ecuménica de EL CORREO, con selección de textos de cristianos comprometidos con el Evangelio, y por ello con la esperanza, la justicia y la libertad. El texto de hoy es tomado del libro “No sea así entre ustedes: ensayo sobre política y esperanza”, de Juan Hernández Pico, S.J. UCA Editores, San Salvador, 2010.
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