EL PÁJARO DEL DULCE ENCANTO
Pablo Antonio Cuadra
Existe en nuestro pueblo una fábula, sucia y poética, burlesca y casi bruta, que para mi encierra todo el sentido de la vida según el criterio del nicaragüense. Es la fábula de “El Pájaro del Dulce Encanto”. Un pájaro que nuestro pueblo atrapa con su sombrero y que es el símbolo del más dulce y encantador deseo —deseo casi cogido, cercano, al alcance de la mano, —pero que en el momento en que el hombre lo toma para sí, se convierte en excremento. Con esa fábula —quizá la más popular y corriente en Nicaragua— se enseña al niño y al hombre la más brusca lección de humor ante el desencanto de la vida. Somos unos desencantados; por eso nuestro canto, nuestro pájaro del dulce canto, tiene que volar fuera de su propia biografía, pero sin llorar su tragedia, sino más bien riéndose de su fábula. Los nicaragüenses nos reímos de nosotros mismos, de nuestra triste figura dentro de nuestro pobre ambiente. Nos causamos risa. Nos burlamos de nuestro desencanto porque nos encontramos constantemente ajenos o enajenados de nosotros y tenemos siempre el suficiente distanciamiento de nuestro propio “yo” y de nuestra propia vida para poder reírnos de nosotros como si fuéramos extraños.
Nota: Tomado del prólogo de Pablo Antonio Cuadra al libro BREVE SUMA, de Joaquín Pasos, publicado por Editorial Nuevos Horizontes, en 1947.
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