El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 2 de mayo de 2011

UNAS HORAS QUE NADIE ME PODRÁ DISPUTAR MIENTRAS VIVA

Por Irving Cordero Morales

Llegué, a las cuatro y media de la mañana, a la estación de bus de la empresa de transporte Transnica (Una elección de fetichismo patriotero).

Observo a muchos paisanos despidiéndose de sus seres queridos acongojados por la ausencia; la mayoría, una población emigrante y orgullosamente trabajadora en busca de oportunidades en Costa Rica.

No deja de atraer mi atención una destacada calva del periodismo nacional y heredero de un linaje de connotadas figuras políticas abordando el bus popular, Carlos Fernando Chamorro; conversa conmigo algunas palabras sueltas con cierto desgano, observo entre sus manos un libro lite, sobre el actual mandatario Venezolano Hugo Chávez, a mi criterio una pérdida de tiempo para un periodista de su calibre.

Voy al Octavo Encuentro Internacional de Escritores en Costa Rica, Eunice Odio in Memoriam. Evento dedicado a esta extraordinaria poeta costarricense a quien Carlos Martínez Rivas le dedicara un hermoso poema en su genial obra La Insurrección Solitaria.

Coordina el poeta Adriano Corrales, infatigable promotor de talleres de poesía, compilador de antologías internacionales y poeta a tiempo completo a quien no conocía personalmente.

En los puestos fronterizos no percibí discriminación, malas caras o chifletes, aunque por recomendaciones familiares cargaba algunas pastillas de paciencia en el bolsillo en el caso de generarse cualquier incidente como resultado del actual conflicto internacional entre ambas naciones, sin embargo, en todo momento prevaleció la amabilidad.

Ingresé a San José, Costa Rica, a la hora programada en mi itinerario de viaje. Me esperaba un joven estudiante del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), cargando un letrero de bienvenida con mi nombre; posteriormente, me enteré que compartíamos el mismo apellido y para mi sorpresa hasta el nombre de mi abuelo paterno.

Me hospedaron en El Gran Hotel, el cual queda en el centro de la ciudad de Costa Rica. En el lobby se encontraban conversando el “poetalega” de la pluma grande leonesa Enrique Langrand, y el poeta nica, Donaldo Altamirano, con nuestro anfitrión el poeta costarricense Adriano Corrales. Desde el inicio, rompimos los actos protocolarios para pasar al abrazo caluroso de hermanos.

Al caer la tarde, me llevaron al recinto del Tecnológico de Costa Rica (TEC), donde conversamos amenamente y leímos nuestros textos, a pesar de aquella máxima popular: “Entre gitanos no nos leamos la mano”.

El salvadoreño Noé Lima y los ticos William Pérez y Juan Carlos Vargas, estos últimos nos invitaron a “El Rey” (extraordinario antro de musas mal portadas con licencia para matar) y posteriormente, a un bar frente a un parqueo que en sus mejores tiempos fue la Biblioteca Nacional de Costa Rica, dirigida por el inmortalizado don Julián Marchena en el poema La Civilización del Parqueo, de Carlos Martínez Rivas.

La inauguración fue a las siete y media de la noche en el Tecnológico de Costa Rica (TEC), con un público respetuoso y animado.

Finalmente, logramos ver a nuestro anfitrión con un traje formal, ofreciéndonos la bienvenida e iniciando la lectura poética, donde desfilamos poetas de toda Latinoamérica. La poesía cumplía el objetivo de unir a los pueblos latinoamericanos en una sola voz.

Durante el convivio me reencontré con Lina Zerón, preciosa poeta mexicana que con sus versos hace arrancar de las sillas a un público enloquecido; conocí a la poeta costarricense Carolina Quintero, de un dramatismo poético, que desnudaba en su voz; al poeta ecuatoriano Simón Zavala, sobre quien derrame la copa de la amistad, recordándome aquel poema de Mejía Sánchez: “Una mancha de vino en el mantel me recordó París, unas horas que nadie me podrá disputar mientras viva”.

Al día siguiente, la argentina Anamaría Mayol, de una poesía transparente, pura y desgarrada; Simón Zavala, poseedor de una fuerza interna en la palabra, responsable, vital; y yo.

Viajamos al TEC de San Carlos a un conversatorio con nuestra responsable, Telka Guzmán, joven carismática y extrovertida, quien nos acortara el viaje de aproximadamente dos horas por su animada conversación junto a nuestro conductor designado que con detalle y paciencia hizo varios altos en diferentes parajes donde aprovechamos denunciar la belleza de Costa Rica en memorias fotográficas.

Por la tarde, conocimos a la responsable del TEC de San Carlos doña Liz y a Paulo, esposo de Telka, que en complicidad nos hicieron pasar una noche de risas y de asombros en la Ciudad Fortuna, región ubicada a las faldas del hermoso volcán El Arenal al que Anamaría Mayol insistentemente acosó.

A la mañana siguiente, fuimos llevados por otro excelente anfitrión: Aldo Vinicio Chaves, muchacho elegante, de conversación amable y trato sencillo que nos acuerpó con mucho cariño durante nuestro viaje hasta una zona rural donde compartimos con campesinos. estos nos narraron su experiencia con la tierra y la escritura como una manera de expresar su arraigo y orgullosa pertenencia al campo.

Finalizamos con un rico almuerzo en la finca ecológica de Don Juan, donde su dueño nos hiciera una exposición sobre la explotación responsable de los recursos naturales.

Los días en Costa Rica se me fueron en un pestañeo, aún me recuerdo junto a la poeta mexicana Isolda Dosamantes leyendo poesía en la Universidad de Costa Rica (UCR), ubicada en Puntarenas; a la guapísima coordinadora Marjorie Jiménez, quien nos invitara a disfrutar de un exquisito almuerzo frente al mar.

Al culto profesor de teatro Pedro García Blanco, que me enseñó acerca de la idiosincrasia del costarricense mientras sorbíamos la deliciosa cafeína en el Palacio del Café y responsable de diseñar, mediante sus dinámicas metodológicas, una gran rueda con sus alumnos que nos llevó a crear un hermoso poema colectivo.

Cómo olvidar las cervezas con los poetas JC y Willi en el Café Rayuela mientras me hipnotizaba la música electrónica que salía de El Lobo Estepario; el trago extraño de Cacique a que me invitara el poeta Ricardo Marín en el Acapulco o un buen plato de casados con el poeta Adriano Corrales en compañía de la poetada en Chelles.

Con nostalgia me despedí de mis amigos escritores y de todos los muchachos que nos atendieron y nos hicieron pasar una estadía de lujo en su país: Heiddys, Adrianita, Carlos, Jhonatan.

De regreso a mi país, reflexioné acerca del noble esfuerzo del poeta Corrales y su equipo por su lucha persistente y continua en el rescate de nuestra identidad latinoamericana en un mundo económicamente globalizado y cada día más deshumanizado.

Recordemos, que si perdemos el idioma, perdemos nuestra identidad y si perdemos nuestra identidad, perderemos nuestra libertad!

*Poeta, narrador, ensayista y abogado.

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