“Los que no creen, tienen en común con los que creen que el Señor cree en ellos. Será la sorpresa de cristianos y católicos cuando vean que no entrarán solitos en la casa del Padre… Porque el corazón del Padre es mucho mayor que los registros de todas nuestras parroquias, y que el Espíritu del Padre sopla por todas partes, aun allá donde los misioneros todavía no desembarcaron. Ustedes saben, no existe un pensamiento humano que no contenga por lo menos una parte de la verdad, una parcela del pensamiento del Creador. No, el compartir de la esperanza no exige el compartir de la fe. Simplemente, los creyentes tienen más responsabilidad”. [1]
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