El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Buscando una razón para escribir

Andrés Pérez Baltodano

Tuve la intención de re-iniciar este blog durante la segunda semana de enero, después del descanso de fin de año. En más de una ocasión, me senté frente a mi computador a revisar las noticias de Nicaragua, buscando la inspiración que me empujaría a escribir. Leí los diarios y me encontré con las rutinarias noticias que registran los abusos y actos de corrupción de la administración de Daniel Ortega. No sentí que tenía nada nuevo que decir sobre el funcionamiento del Estado Mara.

Seguí buscando y encontré una entrevista en la que Edmundo Jarquín volvía a masacrar la sociología política y el sentido común con su cuento de que la lucha de la UNE es política y no ideológica. Sentí que no era posible comentar lo inexplicable.

Para rematar mi desánimo, el mismo día que leí a Jarquín ví, a través de la Internet, una entrevista que le hizo un noticiero de televisión a Enrique Sáenz. En sus declaraciones, Sáenz, repitió el cuento de Mundo ¡pero al revés! Muy serio señaló que la lucha en Nicaragua no es política sino ideológica y que por eso debe crearse un amplio frente antidanielista. ¡Paso!

Días mas tarde, volví a buscar la musa de mi inspiración y me encontré con la cara arrecha de Don Fabio en sus cartas de amor a Nicaragua. Volvía a amenazar con educarnos a su manera y, además, ofrecía empleo, seguridad, orden, prosperidad, vivienda, tranquilidad, salud, felicidad y mil cosas más sin explicar jamás cómo carajos piensa conquistar el voto de los nicaragüenses y, además, cómo piensa gobernar –si la Divina Providencia lo favorece en las elecciones– en un país estrangulado por los rufianes del FSLN y el PLC. No pude escribir nada y simplemente recordé a José Coronel Urtecho describiendo el discurso de los políticos de su tiempo: “lengua compuesta casi sólo de lugares comunes y frases hechas o frases de cajón, de clichés y de tópicos o de equívocos, de vaguedades y banalidades y ambigüedades, seudoverdades y falsedades, doblesentidos y contrasentidos y sinsentidos y perogrulladas…”.

Seguí buscando y me encontré con unas declaraciones de Eduardo Montealegre en las que condenaba enérgicamente las próximas elecciones por su “ilegalidad” e “ilegitimidad”. Luego explicaba como su esperanzado movimiento participaría en estas ilegítimas e ilegales elecciones para ganar legal y legítimamente el poder. Como dicen en inglés: “No comment”.

Cansado de perseguir la inspiración, abandoné la lectura de las noticias, tomé un avión, y viajé a Nicaragua. Como a eso de las ocho de la noche sobrevolaba la capital del país que secretamente llamo Misagualto y apreciaba las luces de los árboles de Navidad que seguramente permanecerán encendidas en anticipación de la “milagrosa” victoria del FSLN en las próximas elecciones.

En el aeropuerto abracé a mis hermanos. Luego frente a una fría cerveza les comenté que había perdido la inspiración para escribir sobre Nicaragua. Les pedí ayuda y me ofrecieron, como remedio, mostrarme la grabación de la reciente presentación del reporte anual de Daniel Ortega frente a “su pueblo”. Creo que mi hermana lo hizo para terminar de convencerme de que en el estado de locura en que vivimos, el silencio es la mejor contribución que uno puede hacer a la rehabilitación de la razón política en Nicaragua.

Cuando Daniel Ortega terminó de disparatear, mi decisión estaba hecha: para proteger lo que en mí queda de cabello y sanidad mental, evitaría escribir más. Concentraría mis esfuerzos en trabajar con la juventud y me olvidaría de la Nicaragua vieja: la de mi generación y mis mayores.

Con esta convicción viví por unos días hasta que el genial Comentario al Mensaje Presidencial de Juan Carlos Ampié, transmitido en Esta Semana, exorcizó el efecto que me produjo el discurso-reporte de Ortega, neutralizando de paso la convicción con la que había decidido no volver a escribir sobre la política de mi país. Así, emprendí de nuevo la búsqueda de la inspiración que me faltaba.

Una noche, sentado frente al televisor, apareció nuevamente frente a mí la imagen del Presidente Ortega. Busque rápidamente el control remoto para cambiar el canal, temeroso de que sus palabras me sumieran nuevamente en un estado de coma intelectual. Me detuve, cuando aparecieron las imágenes de Carlos Pellas y Miguel Obando en lo que pronto descubrí que era la reunión anual entre el gobierno y los representantes de la empresa privada de Nicaragua.

No fue Obando el que capturó mi atención. El papelón que hace el purpurado como colaborador del gobierno Ortega no es un tema que inspire risa, rabia o dolor. Es, simplemente, patético. ¿Pero Pellas?

No era nueva para mí la noticia del matrimonio de conveniencia entre Pellas y Ortega. Pero como no vivo en Nicaragua, fue hasta ese momento que tuve la oportunidad de ver la felicidad del uno en los brazos del otro. Debo confesar: me sorprendió el entusiasmo. El innecesario entusiasmo de Pellas frente al jefe del Estado Mara.

Decidí buscar las declaraciones ofrecidas por el magnate después de su reunión con Ortega para ver cómo explicaba su relación con el gobierno actual. En un diario digital, encontré lo que buscaba: “Lógicamente tenemos nuestras diferencias, esa es una realidad, pero tenemos mucho más aspectos en los que coincidimos que áreas en las que disentimos”, resaltó.

¿En qué coinciden Pellas y Ortega? El empresario lo dijo muy claramente: “Logramos los nicaragüenses llegar a un acuerdo, que nos permitió mantenernos dentro del programa del FMI, nos permitió crecer la economía, cuando la mayor parte de las economías decrecieron". Y, por supuesto, aunque el empresario no lo dijo, Pellas y Ortega coinciden en la importancia que para ambos tiene la relación de confianza que existe hoy entre los capitalistas tradicionales, y los capitalistas del FSLN que hicieron su fortuna sobre el cementerio que dejó la revolución fracasada de los 80s.

¿En qué disienten Pellas y Ortega? Pellas tuvo el cuidado de no mencionar sus diferencias con el gobierno, pero estoy seguro que si se viera forzado a responder esta pregunta, diría –como lo sugieren con timidez los representantes del COSEP-- que no está de acuerdo con la forma en que Ortega maneja las leyes y las instituciones del país. En otras, palabras, diría que coincide con el manejo sandinista de la economía, pero que disiente de la visión y el comportamiento político del FSLN. Al hacer el balance entre lo bueno y lo malo de Ortega, sin embargo, el cálculo de Pellas resulta ser favorable al gobierno.

El razonamiento del empresario es, en este sentido, similar al que ofreciera el sacerdote Naguib Eslaquit cuando meses atrás, para justificar su acercamiento al gobierno de Ortega, declaró que si bien es cierto que el gobierno actual es responsable de muchas cosas malas, también es cierto que el orteguismo tiene “su buena cara”. Eslaquit identificaba los programas sociales del gobierno como una muestra del lado bueno del gobierno sandinista. Luego ponía lo bueno y lo malo en la báscula de su conciencia y ¡eureka, el balance favorece a Ortega!

La “cara buena” de Ortega que empuja a Pellas a olvidar la corrupción y los abusos de poder del gobierno actual, no son los programas sociales sino el apoyo –público y privado, directo e indirecto—del gobierno a los capitalistas nicaragüenses. La falacia en la que incurre Pellas con este razonamiento, es la misma que nubla la mente de Eslaquit. Repitamos entonces:

Lo bueno –asumiendo que es bueno el manejo económico del gobierno Ortega-- no borra ni justifica lo malo; sobre todo cuando lo malo implica la violación de principios y normas que son esenciales para el desarrollo integral de una sociedad con aspiraciones democráticas, como decimos que es la nuestra. El mal, entonces, no tiene una “buena cara” y sólo se solventa poniendo fin a las acciones que lo promueven y pagando por los daños causados. Así lo dicta el sentido común; así lo señala la doctrina cristiana; así lo establece la ley.

Puesto de otra forma: un gobierno corrupto como el de Ortega no deja de ser ilegal, ilegitimo y despreciable, porque construyó tres ó trescientas escuelas, o porque resolvió el problema de los apagones, o porque ha logrado controlar la inflación. Un gobierno corrupto es un gobierno corrupto, tenga o no tenga eso que en el flojo razonamiento de Pellas pueda aparecer como la “buena cara” del régimen.

Claro que Pellas no explica su relación con Ortega como el producto de su resignado pragmatismo o como el resultado de un cambalache ético y moral. El no reconoce que su posición equivale a decirle a Ortega: “robá pero mantené la estabilidad macroeconómica del país; pasate la constitución por el codo pero garantizá la seguridad de mi capital en Nicaragua”.

No. Pellas quiere lucir serio y a la altura de su bien cuidada barba; por eso, explica su relación con Ortega ¡como producto de su apego al pensamiento de San Pablo! Dice Pellas explicando su relación con el gobierno: “Yo coincido cien por ciento con las palabras de San Pablo que dice que hay que buscar cómo trabajamos todos, con todos, para todos”.

¿Qué carajos tiene que ver San Pablo con las inconfesables ambiciones de las elites de mi desgraciado país? ¿Acaso San Pablo no dijo: “No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:6-11)?

Decidí no pensar más ni dejarme agitar por el chiquitismo de alguien que, como Carlos Pellas, parece haber decidido ser inferior a su propia suerte. Porque uno puede llegar a explicar –sin justificar– la decisión de un Walter Porras, o de un Hernán Estrada de renunciar a la dignidad para conseguir un empleo. Después de todo, eso de ser pobre pero honrado no es para todos. ¿Pero un Carlos Pellas con su fortuna? ¿Cómo explicar la obsequiosidad de un Carlos Pellas frente a Ortega?

Uno también puede entender –sin justificar– el nerviosismo y la cobardía “natural” del capital frente a la incertidumbre, en Nicaragua y en cualquier otro lugar de la tierra. ¿Pero tiene Pellas que decir las cosas que dice en público y apoyar activamente la consolidación de un régimen vulgar y dictatorial como el de Ortega? De Juan Carlos a Carlos: Don Pellas: “¿Por qué no te callas?”

El último día de mi estadía en Nicaragua, en la terminal del aeropuerto de Managua, pasé frente a la tienda de la Flor de Caña. Entré y tuve la intención de comprar algo que me gustó. Recapacité y decidí que no lo haría. Fue mi pequeño pero, para mí, importante acto de resistencia contra la mediocridad de las elites nicaragüenses. Fue también mi homenaje a la juventud de Nicaragua: la única fuente de esperanza e inspiración que encuentro hoy en mi país.

En mi próxima entrega: Mi encuentro con la juventud y la otra Nicaragua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario