jueves, 9 de diciembre de 2010

Una oración por Nicaragua

Andres Pérez Baltodano

Padre nuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Jesús: Hijo de Dios, hermano mío
venga a nosotros el reino
de tu sencilla verdad:
“la felicidad será para el justo
y la ruina para los impíos”.

Cúmplase la palabra
que comprometiste
desde la cruz
con los débiles
con los pobres
con los homosexuales
con las lesbianas
con los huelepegas
con las prostitutas
con los suicidas
y con las que perdieron la fe.

Hágase tu justa voluntad
en cada casa
en cada aldea
y en cada rincón
de Nicaragua.

Dales el pan de la vida
a las niñas Rosas
a las niñas Zoilas
a los niños del Hogar del Niño
y a todas las niñas y niños sin niñez.

Dales la vida
y el pan de cada día
a las que tienen hambre
y sed de vos.

Dales fuerza, Señor,
a los condenados del Nemagón
y a las sentenciadas a muerte
en los planes de gobierno
y en el silencio de los que no decimos
lo que debemos decir.

Castiga señor
a los que viviendo de la palabra
falsificamos tu Palabra;
a los que fingimos no saber lo que esconde
la prédica del Cardenal
la diatriba presidencial
la perorata del General
y la retórica electoral.

Porque no venimos al mundo
para vivir y morir
por obra y gracia
del Estado
o del Mercado Global.

Perdona Señor nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos,
o tendríamos que perdonar,
a los que se arrepienten
pagan por sus delitos
y devuelven lo robado.

Jesús, Hijo de Dios, hermano mío
no nos dejes caer en la tentación
de pasar por esta vida
fingiendo no escuchar
el llanto de los crucificados
en nuestras esquinas
en nuestros buses
en las maquilas
en las sacristías
en la montaña
y en las salas de injusticia
de nuestro desgraciado país.

Líbranos, Señor Jesús
hermano nuestro
de todo mal:
del mal de la palabra fácil
del mal de la simulación
del mal de la resignación
y del mal que significa creer
que un Padre Nuestro
lo soluciona todo.

Danos fuerza para actuar
frente a la mediocridad
de los que nos ofrecen un poco de justicia
a cambio de nuestra libertad,
y frente a la mentira
de los que nos ofrecen libertad
sin amor al prójimo y sin solidaridad.

Que se sequen como el pasto Señor,
los predicadores de la democracia
que maldijo Rubén:
la democracia que es “baldón y ruina”
para los pobres,
la democracia que es “lluvia de plagas”
para los que no poseen más voz
que la que elevan en su plegaria:
“¡Que el pie del orgulloso no me alcance
ni me derribe la mano del malvado!”

Porque lo dijo el Salmista:
“Tú haces justicia al huérfano y al oprimido:
¡que el hombre hecho de tierra no infunda más temor!”
¡que los magistrados no infundan más temor!
¡que los diputados no infundan más temor!
¡que los uniformados no infundan más temor!
¡que los agentes de la Seguridad del Estado no infundan más temor!
¡que los comisionados no infundan más temor!
¡que los banqueros no infundan más temor!
¡que los pastores y sacerdotes no infundan más temor!
¡que los serviles se llenen de miedo!
¡que los serviles se llenen de horror!
“Vuelvan al abismo los malvados.”

Danos fuerza Señor para luchar
contra cualquiera y cualquier cosa
que nos separe de Vos.
Porque ordenaste: “Deja a tu padre y a tu madre y sígueme”.
Deja a tu amigo y sígueme.
Deja a tu benefactor y sígueme.
Deja a tu comandante y sígueme.
Deja a tu candidato y sígueme.
Deja a tu partido y sígueme.
Deja a tu amante y sígueme.
Deja a tu presidente y sígueme.
Deja a tu Iglesia y sígueme.
Deja de golpearte el pecho y sígueme.

Danos fuerza Señor Jesús
para cargar tu cruz
y darle vida a tu Verdad.

Amén

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