El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Octavio Rocha y el Movimiento de Vanguardia

Por José Coronel Urtecho
( Tercera y última parte)


Así empezó a salir, bajo la dirección de Pablo Antonio Cuadra, el suplemento literario de La Prensa que todos conocemos como La Prensa Literaria. Se vio inmediatamente que venía a llenar no sólo un gran vacío, sino una urgente necesidad de la cultura nicaragüense. Por lo demás, atrajo hacia La Prensa a todos o casi todos los jóvenes que escribían o cultivaban las artes en el país. La Prensa Literaria trazó amplios límites y abrió sus puertas con un espíritu menos discriminatorio o sólo dirigido por las tendencias vanguardistas puras y que dejaba lugar para todas las formas, tanto experimentales como tradicionales, que se ensayarían en Nicaragua, siempre que no escaparan del campo de la autenticidad. Pero no hay que olvidar que las líneas iniciales fueron trazadas en la Página de Vanguardia.

El que llenó el vacío del aliado de Pablo Antonio Cuadra en La Prensa Literaria fue el hijo único de Octavio Rocha, el poeta Luis Rocha. No cabe duda que Luis Rocha se manejaba a la perfección como asistente de Pablo Antonio Cuadra y esto hacía más viva, si cabe, la actividad del Director de la Prensa Literaria. Creo yo que hasta entonces no había habido ningún periódico ni sección de periódico --menos aún suplemento literario-- que haya ejercido, como La Prensa Literaria, tal influencia en el desarrollo de la literatura nicaragüense y en general de su cultura. El suplemento literario de La Prensa no sólo comunicaba un sentido de dirección, sino que, con ejemplo, creaba una especie de conciencia común entre los del oficio --que allí se daban a conocer-- y daba pie a unas nuevas lenguas de libertad y novedad, capaces de presentar la realidad en otros planos o niveles.

Basado en eso, puede decirse que fue La Prensa Literaria la que instituyó en la literatura nacional nuevos niveles de exigencia, cuando no simplemente niveles de exigencia desconocidos hasta entonces entre nosotros, niveles que tal vez son ya como la base del gusto literario en Nicaragua. Por lo demás, es innegable que La Prensa Literaria fue el escenario por el que han pasado casi todos los poetas, escritores, artistas o intelectuales nicaragüenses contemporáneos.

En esa forma siguió el asunto, puede decirse que sin tropiezos, hasta que el triunfo de la Revolución Sandinista se convirtió en motivo de división y aun de separación entre los propietarios de La Prensa. De allí salió, como es sabido EL NUEVO DIARIO, producto de casi todos los trabajadores despedidos de La Prensa, que lo fundaron bajo la dirección de Xavier Chamorro, hermano de Pedro Joaquín, el héroe nacional asesinado por elementos del régimen dinástico. Poco después de aparecido EL NUEVO DIARIO, se completó con su correspondiente suplemento literario, llamado NUEVO AMANECER CULTURAL a cargo de Luis Rocha, el ex compañero de Pablo Antonio Cuadra en La Prensa Literaria. En cierto modo seguía, pues, la línea: Página de Vanguardia, Prensa Literaria y NUEVO AMANECER.

Por lo que oigo decir no sólo bajó de nivel La Prensa Literaria, sino que prescindió de casi todos sus colaboradores.

Los suplementos literarios con los que yo, desde luego, mantenía contacto más o menos irregular eran NUEVO AMANECER CULTURAL y Ventana, de Barricada. La diferencia entre ambos es, a mi ver, que NUEVO AMANECER sigue la línea anterior de La Prensa Literaria, que más o menos era la de la Página de Vanguardia, mientras Ventana, empezando por su formato, es a su modo la continuación de la primera revista Ventana, que sacaban en León, a la sombra de la universidad, Sergio Ramírez, y Fernando Gordillo. Ésta fue, según creo, la primera publicación literaria nicaragüense francamente orientada hacia la izquierda. A causa de Ventana, la de Barricada, y por NUEVO AMANECER CULTURAL, de EL NUEVO DIARIO, es que ha ocurrido en Nicaragua la compenetración de la cultura con la política.

Sería inútil preguntarse qué hubiera pasado si Octavio Rocha hubiera seguido trabajando con Pablo Antonio Cuadra, en vez de abandonar su ocupación de periodista literario y su propia dedicación a la literatura. Sospecho que la vitalidad de lo comprendido no sería tanta sin el empuje de Luis Rocha, más sostenido que el de su padre. Se dice que desde entonces no volvió a hacer poemas, ni siquiera en secreto. Hasta yo mismo, que le tenía particular cariño, lo perdí de vista. Cuando ya no salía la Página de Vanguardia y sin que se pensara aún que Pablo Antonio Cuadra sacaría La Prensa Literaria, lo que se contaba de Octavio Rocha entre los vanguardistas era sólo que estaba perdidamente enamorado y que pasaba casi todo el día en la casa de su novia. Algo después se supo que se casó con ella y de su matrimonio nació Luis Rocha, que en su tiempo completaría y superaría lo que dejó su padre sólo empezado.

Octavio Rocha era tranquilo y dueño de sí mismo, aunque en el fondo --en las profundidades del amor y el sexo-- parece que tenía una explosiva reserva de hipersensibilidad. Parecería que lo hipersensitivo de su carácter íntimo haya sido lo que en un arrebato de celos --a mi ver infundado-- lo hizo un día alejar de su lado a su esposa, la entonces joven madre de Luis Rocha. Ella era no sólo joven y linda, sino también inteligente como lo son en general las mujeres de su apellido. La intempestiva separación de la pareja marcó, al parecer, el resto de sus vidas y fue quizás el motivo para que Octavio Rocha abandonara sin retorno su vocación de poeta.

Cuando decidió casarse, Octavio Rocha debe haber empezado a pensar en los cambios que tendría que hacer en su modo de vida para encontrar los medios de mantener su hogar. Cuando era vanguardista nunca pensó que tendría que ganar dinero. Su relación con el dinero, si acaso la tenía, debe haber sido siempre casual e improvisada. Ya casado y más aún, recién separado de su esposa --a la que tendría que ayudar a mantenerse con su hijo pequeño-- la solución que él escogió fue dedicarse a los negocios. No sé lo que sucedió, ni cómo ocurrió la transformación del poeta Octavio Rocha en hombre de negocios. Lo que quisiera es entender cómo se convirtió, de un día para otro, de poeta y editor de poesía en hombre únicamente dedicado a hacer dinero.

Se me dijo una vez que ya tenía cierta posición como agente de películas de cine norteamericanas en Panamá. Allá puso las bases de lo que luego fue su floreciente empresa comercial en Managua. Allí tuvo una tienda que las dos o tres veces que pasé por ella no me causó mala impresión --pese a que soy alérgico a las tiendas-- en la que se vendían, me parece, radios y cosas por el estilo a una clientela que entraba y salía casi seguidamente, creando un ambiente de prosperidad. Mis rápidas pasadas por la tienda de Octavio Rocha no eran por verlo a él, sino a su hijo, Luis Rocha, cuya amistad conmigo ya era mayor entonces que la de su padre, que no quería ser visto como poeta, sino como comerciante, mientras su hijo quería ser sólo poeta.

Siendo poeta, no lograba adquirir una conciencia de comerciante. Me imagino que fue por entonces que Luis Rocha dejó la tienda de su padre y empezó a trabajar con Pablo Antonio Cuadra, ya no recuerdo si en la UCA o en la Prensa Literaria. Así empezó a llenar el vacío que había dejado su padre.

Octavio Rocha seguro tendría las relaciones indispensables con los representantes del mundo de los negocios y con la gente de los bancos, pero no creo que participara en las actividades sociales y políticas y menos aún en las diversiones de la clase burguesa. Era evidente que no quería pasar por burgués, ni conducirse como burgués. De haber querido aburguesarse, claro que hubiera sido recibido en la burguesía con los brazos abiertos, pero no quiso pertenecer a la clase que tanto había despreciado. Por eso mismo, era admirable que haya tenido éxito en los negocios, como quien dice, desde fuera.

Para llenar el hueco de lo que había abandonado --la imaginación, la creatividad y la poesía, o sea las actividades desinteresadas-- buscaba la compañía de la mujer, y en sus momentos más solitarios o desolados se rodeaba de ciertas mujeres. En sus últimos tiempos, cuando ya se iba quedando solo, lo fui a ver a su casa, acompañado de su hijo Luis Rocha, y las personas que se ocupaban de lo suyo --él estaba algo enfermo-- eran dos llamativas muchachas que de seguro lo distraían de alguna manera en su soledad.

Por atavismo, sin embargo, él era un hombre de familia. Durante cierta época con su segunda esposa y dos hijas --entonces pequeñas-- ­que tenía con ella, pero las tres se trasladaron algún tiempo después a los Estados Unidos, adonde él iba a veces a acompañarlas por una temporada. Aquel modo de vida, a la vez solitario y necesitado de compañía femenina, no dejaría de tener efecto en su persona y hasta posiblemente en sus negocios. En esto --como en otras cosas-- no podía contar con la ayuda de su hijo Luis Rocha, del que ya conocía la actitud no inclinada al comercio y más bien refractaria a toda manifestación de comercialismo. Con el paso de los años, Octavio Rocha fue dependiendo cada vez más del apoyo moral y de la asistencia personal en multitud de cosas, de su hijo Luis Rocha, que aunque sea sólo poeta, es eficiente en todo.

Ya se había cerrado la entrada a la llamada tranquilidad burguesa, lo mismo que se había incapacitado para las ascensiones y los vuelos a las alturas de las artes, y lo que es peor aún --lo verdaderamente grave-- ya no podía encontrar el camino hacia la verdadera vida del amor. Estaba ya como aprisionado en las vaciedades del éxito económico, en realidad ya declinante o descendente y casi en el ocaso, lo que, añadido a sus privaciones intelectuales y espirituales, desembocaba en el vacío. Ni siquiera podía encontrar lo que necesitaba en el refugio de la familia, de su hijo, Luis Rocha --sus lindas nietas, hijas de éste-- para las que no había hecho lugar en su intimidad por pequeñas discrepancias o diferencias anteriores que no supo a su tiempo manejar, ni corregir. De esa manera le fue tocando en sus últimos años ir pareciendo más que el padre, el hijo de su hijo.

A Octavio Rocha se le debe de todos modos la línea seguida después por su hijo Luis Rocha, con sostenido y multiplicado éxito cultural y en parte al menos --y desde luego inicialmente-- el campo abierto por los medios de difusión literario y artístico establecidos con permanencia y carácter ejemplar por Pablo Antonio Cuadra, su inicial compañero y seguidor.

Septiembre 1990

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