“¿Qué diferencia hay entre el rico que se traga lo poco que poseen los pobres, llevado por la voracidad insaciable de su avaricia, y el tiburón con el estómago lleno de peces pequeños? El rico ha de morir y de nada le servirán sus despojos; antes, por el contrario, sus rapiñas detestables le harán aún más infame. Se pesca el tiburón y es una presa inútil. ¿Cuántos peces se encuentran en sus entrañas que a su vez habrían devorado a otros? Del mismo modo tú, oh rico, junta a tus bienes el producto del robo de otros… cuida de no encontrar el mismo fin que el tiburón. Te crees potente y que nadie puede resistirte. También presumía el tiburón de que nadie le echaba el anzuelo ni le tendía las redes y si así sucedía los destrozaba. Sin embargo no pudo librarse del tridente y cayó en una trampa más resistente de la que no logró escapar. Sin duda, los que cometen grandes iniquidades no pueden estar seguros en la magnitud de su crimen y difícilmente podrán evitar que alguna vez paguen el precio de sus crímenes”.[1]
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