“Después de trabajar todo el invierno, después del hielo y de las lluvias y de las vigilias, tienen que retirarse con las manos vacías y encima cargadas de deudas. Y más que por esta hambre… temen y tiemblan los infortunados ante las complacencias de los tribunales, las cuentas que se les piden, los suplicios a que se les conducen, las cargas inexorables que se les imponen. ¿Quién dirá los negocios con que con ellos se emprenden, los viles tráficos a que se los somete, llenando sus amos, lagares y graneros a costa del trabajo y sudor de aquellos infelices, mientras a ellos ¿no se les consiente llevar a casa ni una mínima parte?”[1]
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