“Terrible cosa es la avaricia, que embota ojos y oídos y hace a sus víctimas más fieras que una fiera. La avaricia no deja pensar en la conciencia, ni en la amistad, ni en la salud, como un duro tirano hace esclavos a los que caen en su poder. Y lo peor de tan amarga servidumbre es que persuade a los que la sufren de que la deben agradecer, y cuanto más se someten a la tiranía más aumenta su placer de esclavos, y así es como la enfermedad se hace más incurable y la fiera más difícil de domar”. [1]
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