“He comprado esclavos y esclavas. ¿A qué precio…? ¿Por qué cantidad de dinero estimaste la razón? ¿Por cuántos estáteres te llevaste la naturaleza que fue hecha por Dios? Hagamos, dijo Dios, al hombre y a la mujer a nuestra imagen y semejanza (Gn 1,26). Ahora bien, ¿quién es, dime, el que compra, quién es el que vende al que es imagen de Dios, al que debe imperar sobre toda la tierra, al que recibió de Dios como herencia el dominio de todo lo que hay sobre la tierra? Poder semejante sólo a Dios compete”.
“El creador lo hizo soberano sobre la tierra, al que le fue dado la dominación de todo. ¿Es a él a quien te sometes al yugo de esclavitud? ¿Has olvidado tú los límites de tu poder? Ese poder tú no debes ejercerlo sino únicamente sobre los animales no racionales. Te ruego decirme, ¿por cuánto has comprado esos esclavos? ¿A qué precio has evaluado su razón? ¿Cuántas monedas entregas por la imagen de Dios? ¿Esclavo y libre son diferentes en algo? Siendo tu hermano, ¿cómo puedes llamarte señor o dueño de otro ser humano?” [1]
[1] Gregorio de Niza (335-394), (MG 44,1251)
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