El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 18 de octubre de 2016

La teoría del rebalse en el discurso económico dominante

El Salvador
La teoría del rebalse en el discurso económico dominante
Julia Evelyn Martínez*

Rebelión

La teoría del rebalse está inspirada en las ideas de Adam Smith sobre la distribución de la riqueza en las sociedades capitalistas. Según este autor a medida que incrementa la acumulación de capital, se provoca un aumento en la demanda de trabajo que presiona a los salarios hacia el alza, y con ello se logra un aumento generalizado en el bienestar de la población. Esta idea fue reformulada en 1955 por Simón Kuznets, en un modelo de crecimiento que le valió el Premio Nobel de Economía en 1971. 
Para Kuznets, el desarrollo de los países pobres depende de la capacidad de lograr tasas de crecimiento del PIB altas y sostenidas durante períodos de entre 25 años y 30 años. Las altas tasas de crecimiento del PIB deberían estar precedidas por la realización de grandes inversiones en infraestructura y bienes de capital así como por la elección de sectores económicos claves que puedan funcionar como “motores” del crecimiento económico, es decir, actividades con potencialidad de estimular innovaciones, desarrollo de la productividad e inversión privada creciente. En un primer momento el crecimiento económico podría acentuar la desigualdad en la distribución del ingreso, debido a que los sectores tradicionales de la economía (agricultura tradicional, artesanías, etc.) no tendrían capacidad de competir con los sectores modernos, pero poco a poco, la inversión de las empresas comenzaría a expandir la demanda de mano obra calificada, con mayores salarios y más beneficios laborales, hasta que finalmente, aumentaría la participación de la clase trabajadora en la riqueza creada y disminuiría la desigualdad.
El ejemplo que Kuznet proponía era el de una copa que se llena lentamente de un líquido hasta rebalsar, generando un efecto de distribución del mismo hacia abajo. El efecto de derrame lleva la riqueza a los otros estratos de la sociedad. Todo sería cuestión de tiempo, de financiar las inversiones iniciales, de seleccionar adecuadamente los sectores económicos que podrían funcionar como los “motores del crecimiento” y de asegurar que estos motores se mantengan encendidos por lo menos durante dos décadas. 
La realidad se encargó de demostrar que la teoría de Kuznet estaba equivocada: las altas tasas de crecimiento económico en los países sub-desarrollados, como Chile, Brasil e India (considerados ahora economías emergentes), estuvieron acompañadas de una mayor desigualdad en la distribución de la mayor riqueza generada. El caso más dramático es Chile, en donde el 1% de los ultra ricos del país controla en la actualidad el 30, 5% del ingreso nacional.
Los postulados de la teoría del rebalse han sido objeto de reiteradas críticas. Hace poco menos de un mes, el Papa Francisco rechazó la teoría del rebalse durante una entrevista con al periódico italiano La Stampa. Sus palabras fueron las siguientes: “La promesa era que cuando el vaso estuviera lleno se desbordaría y los pobres se beneficiarían de ello. Pero lo que ocurre es que cuando está lleno, por arte de magia, el vaso se hace más grande y así no cae casi nunca nada para los pobres… decir esto no significa ser marxista”. 
Frente al descrédito de la teoría del rebalse, en nuestro país muy pocos economistas y casi ningún político, acepta ser incluidos entre los adeptos a esta teoría Sin embargo, resulta curioso constatar cómo los principales supuestos de esta teoría han sido retomados en la propuesta de Asocio para el Crecimiento firmado entre el Gobierno de El Salvador y el Gobierno de Estados Unidos y son repetidos hasta el cansancio por los intelectuales orgánicos del régimen como justificación de los Asocios Público Privados (APP) y de los fondos del FOMILENIO II. Pero también los postulados del rebalse se encuentran presentes en mayor o menos medida en las propuestas económicas de los partidos políticos en contienda electoral. 
En la propuesta del partido ARENA se lee por ejemplo: “El punto de partida para generar mayores oportunidades de empleo e ingresos en beneficio de todos los salvadoreños es recuperar el nivel de crecimiento económico de al menos el 4% del PIB”. Por su parte, el plan del movimiento UNIDAD identifica como el principal desafío del próximo quinquenio la recuperación de las tasas del crecimiento del PIB, al mismo tiempo que propone mantener los subsidios y demás programas sociales para que los pobres también tengan oportunidades de participar de los beneficios del crecimiento, pero siempre y cuando el financiamiento de estos programas y de estos subsidios, esté precedido de altas tasas de crecimiento económico, ya que “sin crecimiento fuerte y sostenido, los subsidios se convierten en un dreno al fisco, con baja probabilidad de aumentar la cobertura y reducir el déficit fiscal”. Es decir, primero crecer, para luego distribuir. 
Aunque en menor grado, también la propuesta económica del partido FMLN retoma algunos de los fundamentos de la teoría del rebalse. En especial cuando propone que para solucionar los problemas de desempleo y sub-empleo, la desigualdad y la pobreza, de la exclusión y la vulnerabilidad se necesita “la elevación de la tasa de crecimiento de la economía y de la calidad del crecimiento”, lo cual a su vez, depende de la inversión sostenida y creciente en la formación del factor humano y la infraestructura económica y social así como del dinamismo de la inversión privada.
¿Por qué es tan persistente la teoría del rebalse? ¿Por qué muchos de sus críticos terminan por adoptarla en versiones más estilizadas como la propuesta de los “polos de crecimiento” o la propuesta del “despegue económico”? En parte la explicación se encuentra en el proceso de formación e imposición del discurso económico hegemónico en el capitalismo, que se instala en la conciencia de las personas como “sentido común económico” y desde el cual se descalifican todas las opiniones y propuestas que no estén acordes a este discurso.
En nuestro país este discurso ha logrado imponer en la conciencia colectiva de la sociedad que es de “pura lógica” aceptar que la solución a los problemas de empleo, de pobreza y de desigualdad pasa necesariamente por un aumento en el PIB y que la mejor alternativa para lograr este objetivo es mediante la inversión de capital privado en sectores claves. Esto supone la aceptación colectiva de que “es natural” que se cree un clima de negocios que asegure a los inversionistas nacionales e internacionales la máxima rentabilidad por sus inversiones: exenciones de impuestos, flexibilización laboral, permisos para explotar recursos naturales, construcción de infraestructura con fondos públicos, etc.
En este discurso dominante, la vida de las personas queda supeditada al objetivo del crecimiento de la riqueza de la que se apropia una minoría de la población, y que se obtiene aún a costa de la destrucción de la naturaleza, de la privatización y mercantilización de bienes y servicios públicos así como del despojo de bienes comunes, como el agua, las playas, las semillas y la biodiversidad.
Por eso, un cambio en el rumbo de la economía nacional, debe necesariamente comenzar con la crítica de la teoría del rebalse (en sus versiones original y modificadas) para dar paso a la configuración de un discurso económico contra-hegemónico que ponga en el centro del debate el aseguramiento de las condiciones que hacen posible la vida de las personas. Ese realmente sería un cambio, lo demás es solo un espejismo.



*Julia Evelyn Martínez es profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 3 de octubre de 2016

FERNANDO SILVA: DE TIERRA, AGUA Y CIELO



Hoy primero de octubre del 2016, se dice que falleció mi compadre Fernando Silva. Yo lo que veo es un hombre que quería seguir navegando, agua arriba, recuperando su infancia en El Castillo y en todo el Río San Juan, viendo a lo lejos a su padre, “El Comandante” Chico Silva, y después de acumular recuerdos de toda esa inmemorial e imperecedera literatura de la que fue creador y que con justicia le da un privilegiado lugar como uno de los más importantes narradores y poetas de la literatura centroamericana, emprender el viaje que ya tanto deseaba en los últimos años, hacia su eternidad: su mujer Gertrudis.

Nos deja una impresionante bibliografía entre novelas, cuentos, poemas, ensayos, diccionarios y, excelentes pinturas con las que él gustaba ilustrar muchos de sus libros. Humanista y filántropo ejerció con ahínco y conocimiento la medicina, y sobre todo su especialidad en pediatría, con una auténtica vocación de servicio. Son innumerables los testimonios de la entrega a sus semejantes, con que actuó en sus tiempos de médico (con verdadero juramento hipocrático) no únicamente en clínicas y hospitales, sino en los diferentes consultorios que tuvo en diferentes puntos de la capital, donde los pudientes sabían que lo que pagaban no era otra cosa, en muchos casos, que la donación que hacían para que los que no podían pagar pudieran comprar sus medicamentos.

Lo veo hoy, y así quiero recordarlo, o imaginarlo, montado en su bote, sólo él, o guiado por “el hombre del sombrerote”, o recordar al niño Silva tirando el anzuelo por la borda, con la seguridad de que con corazón de res es mejor la carnada, y pasar silbando por los raudales de “El Castillo”, con los mismos silbidos conque hace años dijo que lo haría y lo hizo, entró a la Academia Nicaragüense de la Lengua, haciendo un hilarante recorrido por los apodos nicaragüenses.

Ya escribi en una ocasión que el final de su novela “La foto de familia”, es muy revelador de cuanto ha venido sucediendo. Cuando Gertrudis se le acerca para preguntarle qué está escribiendo, Fernando le responde que sus memorias: -¿Tus memorias –me preguntó ella con esa su gracia natural que ella tiene. –Si- Le volví a decir-, aquí tengo yo todo de lo que ahora me quiero acordar. Gertrudis se me acercó un poquito más, y poniendo una de sus manos sobre la rodilla de Fernando Antonio, que estaba allí, sentadito, feliz, me dijo ella sonriendo:

-¿Y te acordás de mí?

Me consta que jamás la olvidó. Es más, diría yo que después que Gertrudis partió –los hombres siempre esperamos en ser los primeros en abordar el barco de la pareja humana- Fernando se quedó anclado, en ese puerto de la espera, deseando partir, y me lo dijo varias veces, que ya nada estaba haciendo aquí, y se impacientaba al decirlo clamando a Dios, como si de esa manera llegaría un salvador pitazo de partida y el llamado a bordar un barco o un bote que llevara al hombre más nicaragüense del mundo hacia un encuentro deseado con todo su espíritu.

Cuando depositamos los restos de Gertrudis en su bóveda en el cementerio de Granada, Fernando dijo una frase que desde hoy ya no me estremece como en aquel momento: “Es como si me hubieran dado un latigazo en el alma”. Esa figura de lo material de un látigo causando dolor hasta en lo inmaterial, que es el alma, lo dice todo. Trasciende, hoy, lo material e inmaterial del ser humano, y significa que el viaje hacia la paz ha comenzado, y que la espera ha terminado.



LUIS ROCHA









1/10/16.

LA ESCRITURA NICARAGÜENSE DE FERNANDO SILVA

Por Anastasio Lovo

Frente a la obra narrativa de Fernando Silva, parte de la crítica literaria nacional ha guardado silencio (Morales, Beltràn: “Sin Páginas Amarillas, Managua, Edit. Nacionales, 1975) o fácilmente la continúa despachando con la etiqueta de “regionalista” (Martínez, Manuel: “Tendencias y Perspectivas del Cuento nicaragüense: Década de los Ochenta y los Noventa”, Rev. Decenio, Dic. 96-Ene.97, pp. 11 y 15).  Ni el silencio ni el clisé son ejercicios críticos, que posibiliten la lectura de un texto y la valoración de una obra.  Máximo cuando esa obra literaria es la de Fernando Silva, el más nicaragüense de los escritores nicaragüenses.

La lingüística, el análisis estructural y la semiología nos están enseñando desde principio de siglo, que todo texto se realiza y concretiza como objeto por la escritura y que su análisis e interpretación deben realizarse sobre ella. 

Independiente que el referente oralidad nicaragüense, sea un dato objetivo en los textos de Silva, jamás podemos ver esta escritura como un mero ejercicio de recreación, transcripción, copia o calco de la oralidad del Pacífico de Nicaragua.

El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo.

Sin caer en lo hiperbólico coroneliano, maravillosa y generosa desmesura de nuestra crítica, puedo señalar como un paradigma textual de la escritura de Fernando Silva, la cimera obra del peruano José María Arguedas.  Arguedas y Silva realizan similares procesos de producción textual para lograr la hazaña de integrar al relato una visión de mundo específica.  En el caso de Arguedas, la visión de mundo del Indio hablante del quechua; y en ocasión de Silva, la visión de mundo del mestizo nicaragüense hablante de una versión particular del castellano enriquecido con el náhuatl.

La apropiación de un habla para crear un lenguaje literario específico portador de una visión de mundo singular, es el extraordinario logro de estos autores.  Este proceso opera en el campo de la sintaxis del español, que evidentemente no es la establecida por la norma.  Está caracterizada por el uso de diminutivos y aumentativos; de expresiones coloquiales carentes de lógica formal pero plenas de sentido; el enriquecimiento del español con una cantidad de vocablos provenientes del quechua y del náhuatl; el uso de la elipsis, la onomatopeya y el hipérbaton.  A nivel del sentido, la entrega de la melancolía quechua india (Arguedas) y la incorporación textual de una visión burlona propia del mestizo nicaragüense (Silva).  Hay en Arguedas una manera quechua de relatar, como existe en Silva una forma nicaragüense de contar.

Tanto el corpus literario hispanoamericano, como en el corpus literario de sus respectivas naciones, Arguedas en el Perú y Silva en Nicaragua, han logrado demarcar, delimitar y fundar la episteme de una visión del mundo singular para una comarca de la lengua.  Y a nivel del sentido, la han constituido en una escritura que universaliza un lenguaje: a partir de la recuperación de una infancia, el estudio y el conocimiento profundo de una zona geográfica (Puquio en Perú, Río San Juan en Nicaragua), la creación de personajes literarios sacados de la cotidianeidad vital de los autores y el cumplimiento de un derrotero literario cada vez más ambicioso que va del cuento a la novela.

Por supuesto que entre Fernando Silva y José María Arguedas existen obvias y notables diferencias.  Una es la histórico temporal, Arguedas nace en Andahuaylas en 1911 y Fernando Silva en Granada en 1927.  Arguedas publica su obra entre 1935 y 1972, las dos últimas póstumas ya que muere en 1969.  Silva está publicando su obra a partir de 1952 y sigue el rancho ardiendo.

Otras diferencias que vale la pena señalar están referidas al estilo narrativo. En Arguedas encontramos obras de mayor aliento, con una continuidad narrativa propia de lo que clásicamente conocemos como novela, exceptuando su última obra, la más experimental: “El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo,” Buenos Aires, Losada, 1971.  En cambio en nuestro Fernando Silva encontramos el elemento diálogo como vertebrador de los relatos, más una precisa selección de imágenes y escenas, articuladas en un proceso de edición cinematográfico.  Una escritura moderna próxima al cine en su entrega de imágenes vívidas, pero también el relato realizado con la capacidad de creación, condensación y síntesis de un poeta de lo real cotidiano.

Las obras de Arguedas y Silva también guardan insalvable distancia en el tratamiento de los conflictos sociales, motor principal de los relatos del primero (“Los Ríos Profundos”, “Todas las Sangres”).  En cambio en Silva, los conflictos sociales, expresados como desleídas diferencias de clases o como insignificantes diferencias de poder, se resuelven como un juego de roles (“De Tierra y Agua”, “El Comandante”).

La visión de mundo de Arguedas es dolorosa, trágica, pesimista y al final, esperanzado.  La visión de mundo de Silva es lúdica, festiva, irónica, desprejuiciada.  Obviamente las realidades que nutren estos relatos, son étnica, histórica y culturalmente distintas; alimentadas por distintos conflictos y movidas por diferentes pasiones.

El Lagarto: una obra maestra.

Igual en esa escritura particularmente nicaragüense de Silva se cuentan cosas terribles y trágicas, entregadas con la aparente normalidad, vecindad y cotidianeidad con que los nicas asumimos el fenómeno de la muerte.  En “De Tierra y Agua” de Fernando Silva, existe un cuento que no he podido menos que considerarlo, para toda mi vida, como una obra maestra: “El Lagarto”.
“El Lagarto” se estructura en cinco secuencias breves, en las cuales participan ocho actantes.  Las cinco consecuencias son:

1.    Cangrejeando en el bajadero.
2.    Arribo a la casa de Chico y Juana.
3.    Visita a la Cantina del Indio Lucas.
4.    Encuentro de Chico con Luis Ponay a mediodía.
5.    Última cangrejeada en el bajadero.

Los ocho actantes son: 1. Chico, 2. El Muchacho, 3. El Lagarto, 4. Juana, 5. El Indio Lucas, 6. El compadre Julián, 7. Luis Ponay, 8. El guardia.

El análisis estructural del relato distingue adecuadamente actantes de personajes.  Y entiende por actantes a los portadores, ejecutores o receptores de acciones que mueven un relato.  Así por ejemplo el lagarto no puede ser un personaje, pero sí es a cabalidad un actante que cumple con la acción culminante del cuento.  Los actantes cumplen con funciones que son las unidades sintagmáticas mayores que estructuran un relato.  Las funciones básicas de los actantes del relato las podemos enunciar así:

1.    Chico: engañado, engañador, vengador.
2.    El lagarto: instrumento de la venganza.
3.    El muchacho: inocente testigo de la venganza.
4.    Juana: vitalmente insatisfecha, infiel.
5.    El Indio Lucas: dueño de la cantina, sirve los tragos.
6.    El compadre Julián: viejo bochinchero, invita a los tragos, testigo de la infidelidad y promotor de la venganza.
7.    El guardia: retira al compadre Julián.
8.    Luis Ponay: contramaitro del vaporcito, hombre duro, mujeriego, amante de Juana, objeto de la venganza, devorado por el lagarto.

La anécdota del relato la resumimos así: Chico es un pescador pobre dedicado con un muchacho, su hijo, a cangrejear en el bajadero donde vive un feroz lagarto que los termina echando de su territorio; regresan a casa donde Juana su mujer que está frustrada con las actividades de Chico y su hijo a quienes les manifiesta su inconformidad y malquerencia, el muchacho se va a dormir a un rincón y Chico se va para la cantina del indio Lucas; allí se encuentra con su compadre Julián quien generosamente lo invita a tragos, a esta cantina entra la Juana acompañada de Luis Ponay, contramaitro del vaporcito, con quien le es infiel, el compadre Julián se indigna y quiere reparar la ofensa buscando pleito, un guardia lo retira; Chico se guarda la ofensa, al día siguiente a mediodía se encuentra con Luis Ponay y lo invita dolosamente a cangrejear al bajadero donde finalmente al caer la tarde, por medio del lagarto Chico se venga de Luis Ponay, abandona a la Juana y deja el poblado.

Este frío y rudimentario desmontaje parcial de “El Lagarto”, por supuesto no da cuenta de la belleza literaria, efectividad del lenguaje, la atmósfera creada y el perfil vivencial de los personajes, que únicamente se pueden obtener con la lectura misma del relato de Silva.  El placer del texto, la lectura fruitiva son irremplazables.  El desmontaje estructural del texto, en este caso parcial, únicamente nos aporta una cuantificación de actantes y funciones, que serán el soporte objetivo de la lectura crítica que pretendo.

La serie del grito, la de las palabras y la del silencio.

Imagino que para imponerse a la exuberante y bulliciosa naturaleza, el mestizo nicaragüense debió gritar.  En un vasto territorio escasamente poblado donde se desarrollaban labores agrícolas y pecuarias tuvo necesariamente que utilizar el grito.  El grito para no perderse, el grito para llamarse, el grito para encontrarse.  Después el nicaragüense ensanchó sus núcleos urbanos, pero ya sus gritos lo acompañaban, se le habían hecho cultura.  E hizo sus pueblos y ciudades con una contaminación fónica digna de respeto.  Panameños y cubanos poseen una contaminación fónica humana mayor que la nuestra, pero no gritan como nosotros, hablan gritando.  El nicaragüense habla fuerte pero sabe gritar y llegar a hacer del grito una categoría metafísica.  El nicaragüense no grita con el cuerpo, sino con el alma.

La sustancia fónica transmutada en escritura literaria de calidad, es una de las vertientes más ricas para decodificar la obra de Fernando Silva.  Para una posible lectura de “El Lagarto”, postulo tres series de sentido básicas, que se nuclean en una SERIE FÓNICA: 1. La serie del grito. 2. La serie de las conversaciones. 3. La serie del silencio.

La serie del grito.

El texto de “El Lagarto”, va del grito al silencio, pasando por la conversación o diálogo.  Se abre con un grito.  Se apela gritando. Se grita un nombre propio para salvar una vida: “-¡Eih, Chicó…Chicóoo!”  Y se cierra con el silencio, después de un grito con el que se pierde una vida: “Se oyó el grito horroroso del hombre.  Chico alcanzó a ver al hombre todavía entre las tapas del lagarto mientras una mancha de sangre quedaba encima del agua”.

El grito originalmente salvador de vida sufre a lo largo del texto un proceso de mutación, va constituyendo núcleos funcionales determinantes en la sucesión del relato, hasta llegar al horroroso grito de la muerte.  En “El Lagarto” se grita 11 veces, pero los gritos funcionales y determinantes del relato los podemos enumerar así:

1.    Gritos del muchacho para salvarle la vida a Chico de la ferocidad del lagarto. Inician el retorno a casa de Chico y el muchacho.
2.    Grito de Chico llamando a Juana su mujer cuando regresa a casa con una pobre pesca.  Se desarrolla la fuerte recriminación y desprecio de Juana, que impulsa la fuga hacia el sueño por el muchacho y la ida de Chico hacia la cantina del Indio Lucas.
3.    Gritos del compadre Julián en la cantina pidiéndole al Indio Lucas, tragos para Chico y para él.  La bebida inaugura un estado de exaltación que permite el engaño, la actuación, la discusión y la planificación de la venganza.
4.    Grito del compadre Julián: “¡Que se lo trague tu madre!”, rechazando los tragos a que había invitado a Chico y a él, Luis Ponay el amante de Juana.  Instaura la discusión acalorada que ronda el pleito.  Introduce al testigo familiar y social de una grave ofensa.
5.    Grito del compadre Julián: “Si es por usted que lo hago compadre –gritó Julián-, ¿qué no ve que este sinvergüenza le está quemando a usted los caites con la mujer?”  Instala el problema de la ofensa y el honor con un testigo respetable: el compadre Julián.  Coloca en un plano de inevitabilidad trágica a la venganza.
6.    Grito suprimido del muchacho, Chico le tapa la boca, para que no alerte a Luis Ponay sobre el lagarto.  Desencadena la venganza.
7.    Grito horroroso de muerte de Luis Ponay al ser devorado por el lagarto.  Cumplimiento de la venganza.

Esta serie de sentido del grito en el relato “El Lagarto” de Fernando Silva, debe ser enunciada en una progresión: G1. VIDA^G2. MUJER^G3. LICOR^G4. RECHAZO DE LA OFENSA^G5. DEMANDA DE VENGANZA POR HONOR^G6. GRITO SUPRIMIDO^G7. MUERTE.


La serie de las conversaciones.

Esta gran serie fónica, que hipotéticamente hemos vertebrado en torno al grito nicaragüense, está tejida, pespunteada por otra serie del mismo carácter: La serie de sentido de las conversaciones.  Grito y conversación, gobernados con propiedad por el magisterio dialógico de Silva, van estructurando con una dinámica exclusiva de este escritor, la dación del relato.  En este texto los personajes conversan en siete ocasiones, y se constituyen en los siguientes núcleos de sentido:

1.    Conversación del Muchacho y Chico sobre el lagarto.
2.    Conversación de Chico, la Juana y el muchacho.  Juana impreca sobre la pobre pesca traída, lo inútil que son Chico y su hijo, la negación de los alimentos y la echada de la casa.
3.    Conversación del compadre Julián y Chico.  Agnición de los compadres; cumple con el ritual social de las invitaciones a los tragos, a verse próximamente, a conversar.  Establece un vínculo familiar, respetable y solidario.
4.    Conversación del compadre Julián con Chico sobre la ofensa recibida cuando la Juana entra con Luis Ponay a la cantina del Indio Lucas.  Se atestigua la ofensa, se socializa y se ritualiza.
5.    Discusión del compadre Julián con Luis Ponay, próxima al enfrentamiento físico.  El compadre Julián responde agresivamente a la ofensa contra Chico.  Al constituirse como testigo de la ofensa y el honor manchado, inevitabiliza  la trágica venganza.
6.    Conversación de Chico con Luis Ponay, para invitarlo dolosamente a cangrejear en el bajadero.
7.    Última conversación de Chico con Luis Ponay, ya en las aguas del bajadero, a propósito de la pesca de cangrejos.  Esta es de una ironía exquisita: Luis Ponay dice: “Aquí tengo una pareja de mueludos”.  Y Chico le contesta: “Aquí tengo yo otra”.  No desperdicio interpretar que Chico, irónicamente se refiere al lagarto, mueludo por excelencia.

La serie de sentido de las conversaciones la podemos graficar progresivamente así: C1. PRESENTACIÓN DEL LAGARTO^C2.  OFENSAS DE JUANA CONTRA CHICO Y SU HIJO^C3.  AGNICIÓN DE LOS COMPADRES^C4.  TESTIFICACIÓN-SOCIALIZACIÓN-RITUALIZACIÓN DE LA OFENSA^C5.  CONATO DE ENFRENTAMIENTO PARA REPARAR HONRA DAÑADA^C6.  ENGAÑO DE CHICO A LUIS PONAY^C7.  IRONÍA Y VENGANZA.

La serie del silencio
Si este texto fuera una fábula, perfectamente podríamos poner al final como moraleja el siguiente refrán: “De las aguas mansas líbrame Señor, que de las fuertes me libro yo.”  Chico es un indio manso, pobre y silencioso.  El elemento silencio, antitético al sonido y sobre el cual se construyen todos los ruidos, cumple una función importante en este relato.  Para el relator el silencio es privilegio del río y una característica de Chico, su principal actante.  El silencio del río se opondrá a la exuberancia fónica de la selva.  Lo silencioso de Chico se opondrá a la diatriba de la Juana, a lo conversador del compadre Julián, a la burlona amabilidad de Luis Ponay, a la música de la victrolita en la cantina del indio Lucas, a los sonidos del atardecer y de la noche en la selva.

Hay una fuerte empatía entre la naturaleza del río y la manera de ser de Chico.  El río ha hecho de Chico una sobre naturaleza, un pobre pescador con aperturas metafísicas.  Silva en uno de los párrafos más bellos de “El Lagarto”, a través de la comparación, lo escribe así: “Chico era distinto en el río, esa gente así es; como que se cambian en el agua, como si la espesa y verde montaña y el silencio enorme del río les pusiera el alma en otra parte.”

En este texto se presenta, o se alude o se escribe silencio, once veces y este elemento es de una importancia funcional capital.  Para enumerarlos nos ceñiremos al texto de Silva, que pondremos entre comillas; subrayo las referencias al silencio y coloco una nota de contextualización y búsqueda del sentido entre corchetes:

1.    “Chico, el hombre que estaba en el agua no oía los gritos, y el muchacho afligido se rajaba llamándolo.”  [Se presenta a Chico sumergido en el agua, en el silencio].
2.    “El Indio no le dijo ni una palabra”.  [Después de la agresión verbal de la Juana contra Chico y su hijo, aquel guarda silencio].
3.    “Chico no le contestó, estaba que tragaba gordo.  La mujer pasó junto a él y ni lo alzó a ver”.  [Chico guarda silencio frente a su compadre Julián quien le pide que no se deje chamarrear y frente a la entrada en la cantina de Juana del brazo de Luis Ponay].
4.    “Los hombres volvieron a beber sin decir media palabra.” [Después de la situación descrita anteriormente, Julián pide más tragos que son bebidos por él y Chico en silencio].
5.    “A Chico se le heló la sangre, pero se quedó quieto.”  [Después que Luis Ponay el amante de Juana, su burlador, les ofrece tragos a él y su compadre Julián.  Luego se suscita el conato de bochinche entre Julián y Luis Ponay, Chico media “desapartándolos” y durante toda esta secuencia Chico permanece en silencio].
6.    “Chico andaba sesereque de guaro.  Se fue a sentar a un taburete y se hizo el tronchado.”  [Chico se hace el ebrio, se queda en silencio para observar a la pareja infiel.  Desde el silencio Chico engaña].
7.    (…) y el silencio enorme del río les pusiera el alma en otra parte.”  [Empatía silenciosa del río y Chico].
8.    “Todo aquello le extrañaba mucho al muchacho.  Chico se le acercó y le dijo que no dijera ni una palabra.  [Chico impone el silencio al muchacho para lograr su venganza].
9.    “El río estaba bien serenito… había un gran silencio.  Se oía el agua pegar contra las piedras y las zambullidas de los hombres”.  [Sobre el silencio se percibe el golpetear de las aguas, las zambullidas de los hombres que crean la atmósfera opresiva, acuciante, que aproxima el desenlace, la venganza].
10. “El animalote venía quedito, orillado entre unos grandes gamalotes; venía que hasta echaba popitas… no hacía ruido.  Luis Ponay estaba de espalda”.  [Toda una secuencia del mejor thriller cinematográfico, lograda por la utilización del silencio].
11. “Chico sintió al muchacho que venía.  El lagarto ya estaba cerquita.  Chico se salió en carrera; el muchacho había visto al lagarto y antes que gritara, Chico le tapó la boca con sus manos…”  [Chico una vez más le impone el silencio al muchacho para consumar su venganza].

La serie de sentido del silencio en el texto “El Lagarto”, la vamos a enumerar en una progresión resumida en cuatro elementos: S1.CHICO EL VENGADOR ES HOMBRE DE SILENCIO^S2. RIO ESPACIO DE LA VENGANZA HECHO DE SILENCIO^S3. AL MUCHACHO TESTIGO HORRORIZADO DE LA VENGANZA SE LE IMPONE EL SILENCIO^S4. EL LAGARTO INSTRUMENTO DE LA VENGANZA ACTÚA EN SILENCIO.





CONCLUSIÓN

Por razones de abreviar el método y por espacio del medio, únicamente abordamos la gran serie de sentido que hemos llamado FÓNICA.  Existen otras series que se deben desarrollar en un análisis estructural exhaustivo.

“El Lagarto” de Fernando Silva es un texto de naturaleza y sobre naturaleza; de ofensas, desprecios y traiciones, elementos que alimentan al desamor y el odio; de honor, honra, venganza y muerte.  Un thriller cruel donde el hombre utiliza a la naturaleza para consumar su venganza.  Un cuento relatado por un poeta del río, con imágenes justas, precisas y bellas que existen en una escritura que nos entrega una visión de mundo del ser nicaragüense. Un niño como testigo horrorizado de una trágica y cruel venganza.  Un lector deslumbrado, que volverá 70 veces siete a leer “El Lagarto” de Fernando Silva, obra maestra de nuestra literatura.


Anastasio Lovo, Xiloltepelt, 30 de Enero de 1997.

domingo, 28 de agosto de 2016

INVITACIÓN A LA LIBERTAD

INVITACIÓN A LA LIBERTAD








De la libertad cervantina a la libertad real, sólo se interpone la Mancha, pues dice don Ramón Menéndez Pidal, refiriéndose a "Don Quijote": "No hay ficción novelesca que como ésta se haya convertido en realidad humana universal".

El Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (INCH), en el contexto de la Jornada Cervantina "Cervantes: la tristeza inmortal de ser divino" (verso final de "Un soneto a Cervantes" de Rubén Darío), invita a la charla

"Cervantes y la libertad"

a cargo del escritor:                Luis Rocha Urtecho

En la sede del INCH en residencial "Las Colinas" el miércoles 31 de agosto del corriente año, a las seis y media de la tarde.

Al escuchar esta charla usted comprobará que no queda otro camino que encontrar la libertad, porque en aquel tiempo "No sonaba en los aires la querella del mísero cautivo, cuando alzaba la voz a maldecir su estrella; entonces libertad dulce reinaba y el nombre odioso de la servidumbre en ningunos oídos resonaba."