El Salvador
La teoría del rebalse en el discurso económico dominante
Julia Evelyn Martínez*
Rebelión
La teoría del rebalse está inspirada en las ideas de Adam Smith sobre la distribución de la riqueza en las sociedades capitalistas. Según este autor a medida que incrementa la acumulación de capital, se provoca un aumento en la demanda de trabajo que presiona a los salarios hacia el alza, y con ello se logra un aumento generalizado en el bienestar de la población. Esta idea fue reformulada en 1955 por Simón Kuznets, en un modelo de crecimiento que le valió el Premio Nobel de Economía en 1971.
Para Kuznets, el desarrollo de los países pobres depende de la capacidad de lograr tasas de crecimiento del PIB altas y sostenidas durante períodos de entre 25 años y 30 años. Las altas tasas de crecimiento del PIB deberían estar precedidas por la realización de grandes inversiones en infraestructura y bienes de capital así como por la elección de sectores económicos claves que puedan funcionar como “motores” del crecimiento económico, es decir, actividades con potencialidad de estimular innovaciones, desarrollo de la productividad e inversión privada creciente. En un primer momento el crecimiento económico podría acentuar la desigualdad en la distribución del ingreso, debido a que los sectores tradicionales de la economía (agricultura tradicional, artesanías, etc.) no tendrían capacidad de competir con los sectores modernos, pero poco a poco, la inversión de las empresas comenzaría a expandir la demanda de mano obra calificada, con mayores salarios y más beneficios laborales, hasta que finalmente, aumentaría la participación de la clase trabajadora en la riqueza creada y disminuiría la desigualdad.
El ejemplo que Kuznet proponía era el de una copa que se llena lentamente de un líquido hasta rebalsar, generando un efecto de distribución del mismo hacia abajo. El efecto de derrame lleva la riqueza a los otros estratos de la sociedad. Todo sería cuestión de tiempo, de financiar las inversiones iniciales, de seleccionar adecuadamente los sectores económicos que podrían funcionar como los “motores del crecimiento” y de asegurar que estos motores se mantengan encendidos por lo menos durante dos décadas.
La realidad se encargó de demostrar que la teoría de Kuznet estaba equivocada: las altas tasas de crecimiento económico en los países sub-desarrollados, como Chile, Brasil e India (considerados ahora economías emergentes), estuvieron acompañadas de una mayor desigualdad en la distribución de la mayor riqueza generada. El caso más dramático es Chile, en donde el 1% de los ultra ricos del país controla en la actualidad el 30, 5% del ingreso nacional.
Los postulados de la teoría del rebalse han sido objeto de reiteradas críticas. Hace poco menos de un mes, el Papa Francisco rechazó la teoría del rebalse durante una entrevista con al periódico italiano La Stampa. Sus palabras fueron las siguientes: “La promesa era que cuando el vaso estuviera lleno se desbordaría y los pobres se beneficiarían de ello. Pero lo que ocurre es que cuando está lleno, por arte de magia, el vaso se hace más grande y así no cae casi nunca nada para los pobres… decir esto no significa ser marxista”.
Frente al descrédito de la teoría del rebalse, en nuestro país muy pocos economistas y casi ningún político, acepta ser incluidos entre los adeptos a esta teoría Sin embargo, resulta curioso constatar cómo los principales supuestos de esta teoría han sido retomados en la propuesta de Asocio para el Crecimiento firmado entre el Gobierno de El Salvador y el Gobierno de Estados Unidos y son repetidos hasta el cansancio por los intelectuales orgánicos del régimen como justificación de los Asocios Público Privados (APP) y de los fondos del FOMILENIO II. Pero también los postulados del rebalse se encuentran presentes en mayor o menos medida en las propuestas económicas de los partidos políticos en contienda electoral.
En la propuesta del partido ARENA se lee por ejemplo: “El punto de partida para generar mayores oportunidades de empleo e ingresos en beneficio de todos los salvadoreños es recuperar el nivel de crecimiento económico de al menos el 4% del PIB”. Por su parte, el plan del movimiento UNIDAD identifica como el principal desafío del próximo quinquenio la recuperación de las tasas del crecimiento del PIB, al mismo tiempo que propone mantener los subsidios y demás programas sociales para que los pobres también tengan oportunidades de participar de los beneficios del crecimiento, pero siempre y cuando el financiamiento de estos programas y de estos subsidios, esté precedido de altas tasas de crecimiento económico, ya que “sin crecimiento fuerte y sostenido, los subsidios se convierten en un dreno al fisco, con baja probabilidad de aumentar la cobertura y reducir el déficit fiscal”. Es decir, primero crecer, para luego distribuir.
Aunque en menor grado, también la propuesta económica del partido FMLN retoma algunos de los fundamentos de la teoría del rebalse. En especial cuando propone que para solucionar los problemas de desempleo y sub-empleo, la desigualdad y la pobreza, de la exclusión y la vulnerabilidad se necesita “la elevación de la tasa de crecimiento de la economía y de la calidad del crecimiento”, lo cual a su vez, depende de la inversión sostenida y creciente en la formación del factor humano y la infraestructura económica y social así como del dinamismo de la inversión privada.
¿Por qué es tan persistente la teoría del rebalse? ¿Por qué muchos de sus críticos terminan por adoptarla en versiones más estilizadas como la propuesta de los “polos de crecimiento” o la propuesta del “despegue económico”? En parte la explicación se encuentra en el proceso de formación e imposición del discurso económico hegemónico en el capitalismo, que se instala en la conciencia de las personas como “sentido común económico” y desde el cual se descalifican todas las opiniones y propuestas que no estén acordes a este discurso.
En nuestro país este discurso ha logrado imponer en la conciencia colectiva de la sociedad que es de “pura lógica” aceptar que la solución a los problemas de empleo, de pobreza y de desigualdad pasa necesariamente por un aumento en el PIB y que la mejor alternativa para lograr este objetivo es mediante la inversión de capital privado en sectores claves. Esto supone la aceptación colectiva de que “es natural” que se cree un clima de negocios que asegure a los inversionistas nacionales e internacionales la máxima rentabilidad por sus inversiones: exenciones de impuestos, flexibilización laboral, permisos para explotar recursos naturales, construcción de infraestructura con fondos públicos, etc.
En este discurso dominante, la vida de las personas queda supeditada al objetivo del crecimiento de la riqueza de la que se apropia una minoría de la población, y que se obtiene aún a costa de la destrucción de la naturaleza, de la privatización y mercantilización de bienes y servicios públicos así como del despojo de bienes comunes, como el agua, las playas, las semillas y la biodiversidad.
Por eso, un cambio en el rumbo de la economía nacional, debe necesariamente comenzar con la crítica de la teoría del rebalse (en sus versiones original y modificadas) para dar paso a la configuración de un discurso económico contra-hegemónico que ponga en el centro del debate el aseguramiento de las condiciones que hacen posible la vida de las personas. Ese realmente sería un cambio, lo demás es solo un espejismo.
Para Kuznets, el desarrollo de los países pobres depende de la capacidad de lograr tasas de crecimiento del PIB altas y sostenidas durante períodos de entre 25 años y 30 años. Las altas tasas de crecimiento del PIB deberían estar precedidas por la realización de grandes inversiones en infraestructura y bienes de capital así como por la elección de sectores económicos claves que puedan funcionar como “motores” del crecimiento económico, es decir, actividades con potencialidad de estimular innovaciones, desarrollo de la productividad e inversión privada creciente. En un primer momento el crecimiento económico podría acentuar la desigualdad en la distribución del ingreso, debido a que los sectores tradicionales de la economía (agricultura tradicional, artesanías, etc.) no tendrían capacidad de competir con los sectores modernos, pero poco a poco, la inversión de las empresas comenzaría a expandir la demanda de mano obra calificada, con mayores salarios y más beneficios laborales, hasta que finalmente, aumentaría la participación de la clase trabajadora en la riqueza creada y disminuiría la desigualdad.
El ejemplo que Kuznet proponía era el de una copa que se llena lentamente de un líquido hasta rebalsar, generando un efecto de distribución del mismo hacia abajo. El efecto de derrame lleva la riqueza a los otros estratos de la sociedad. Todo sería cuestión de tiempo, de financiar las inversiones iniciales, de seleccionar adecuadamente los sectores económicos que podrían funcionar como los “motores del crecimiento” y de asegurar que estos motores se mantengan encendidos por lo menos durante dos décadas.
La realidad se encargó de demostrar que la teoría de Kuznet estaba equivocada: las altas tasas de crecimiento económico en los países sub-desarrollados, como Chile, Brasil e India (considerados ahora economías emergentes), estuvieron acompañadas de una mayor desigualdad en la distribución de la mayor riqueza generada. El caso más dramático es Chile, en donde el 1% de los ultra ricos del país controla en la actualidad el 30, 5% del ingreso nacional.
Los postulados de la teoría del rebalse han sido objeto de reiteradas críticas. Hace poco menos de un mes, el Papa Francisco rechazó la teoría del rebalse durante una entrevista con al periódico italiano La Stampa. Sus palabras fueron las siguientes: “La promesa era que cuando el vaso estuviera lleno se desbordaría y los pobres se beneficiarían de ello. Pero lo que ocurre es que cuando está lleno, por arte de magia, el vaso se hace más grande y así no cae casi nunca nada para los pobres… decir esto no significa ser marxista”.
Frente al descrédito de la teoría del rebalse, en nuestro país muy pocos economistas y casi ningún político, acepta ser incluidos entre los adeptos a esta teoría Sin embargo, resulta curioso constatar cómo los principales supuestos de esta teoría han sido retomados en la propuesta de Asocio para el Crecimiento firmado entre el Gobierno de El Salvador y el Gobierno de Estados Unidos y son repetidos hasta el cansancio por los intelectuales orgánicos del régimen como justificación de los Asocios Público Privados (APP) y de los fondos del FOMILENIO II. Pero también los postulados del rebalse se encuentran presentes en mayor o menos medida en las propuestas económicas de los partidos políticos en contienda electoral.
En la propuesta del partido ARENA se lee por ejemplo: “El punto de partida para generar mayores oportunidades de empleo e ingresos en beneficio de todos los salvadoreños es recuperar el nivel de crecimiento económico de al menos el 4% del PIB”. Por su parte, el plan del movimiento UNIDAD identifica como el principal desafío del próximo quinquenio la recuperación de las tasas del crecimiento del PIB, al mismo tiempo que propone mantener los subsidios y demás programas sociales para que los pobres también tengan oportunidades de participar de los beneficios del crecimiento, pero siempre y cuando el financiamiento de estos programas y de estos subsidios, esté precedido de altas tasas de crecimiento económico, ya que “sin crecimiento fuerte y sostenido, los subsidios se convierten en un dreno al fisco, con baja probabilidad de aumentar la cobertura y reducir el déficit fiscal”. Es decir, primero crecer, para luego distribuir.
Aunque en menor grado, también la propuesta económica del partido FMLN retoma algunos de los fundamentos de la teoría del rebalse. En especial cuando propone que para solucionar los problemas de desempleo y sub-empleo, la desigualdad y la pobreza, de la exclusión y la vulnerabilidad se necesita “la elevación de la tasa de crecimiento de la economía y de la calidad del crecimiento”, lo cual a su vez, depende de la inversión sostenida y creciente en la formación del factor humano y la infraestructura económica y social así como del dinamismo de la inversión privada.
¿Por qué es tan persistente la teoría del rebalse? ¿Por qué muchos de sus críticos terminan por adoptarla en versiones más estilizadas como la propuesta de los “polos de crecimiento” o la propuesta del “despegue económico”? En parte la explicación se encuentra en el proceso de formación e imposición del discurso económico hegemónico en el capitalismo, que se instala en la conciencia de las personas como “sentido común económico” y desde el cual se descalifican todas las opiniones y propuestas que no estén acordes a este discurso.
En nuestro país este discurso ha logrado imponer en la conciencia colectiva de la sociedad que es de “pura lógica” aceptar que la solución a los problemas de empleo, de pobreza y de desigualdad pasa necesariamente por un aumento en el PIB y que la mejor alternativa para lograr este objetivo es mediante la inversión de capital privado en sectores claves. Esto supone la aceptación colectiva de que “es natural” que se cree un clima de negocios que asegure a los inversionistas nacionales e internacionales la máxima rentabilidad por sus inversiones: exenciones de impuestos, flexibilización laboral, permisos para explotar recursos naturales, construcción de infraestructura con fondos públicos, etc.
En este discurso dominante, la vida de las personas queda supeditada al objetivo del crecimiento de la riqueza de la que se apropia una minoría de la población, y que se obtiene aún a costa de la destrucción de la naturaleza, de la privatización y mercantilización de bienes y servicios públicos así como del despojo de bienes comunes, como el agua, las playas, las semillas y la biodiversidad.
Por eso, un cambio en el rumbo de la economía nacional, debe necesariamente comenzar con la crítica de la teoría del rebalse (en sus versiones original y modificadas) para dar paso a la configuración de un discurso económico contra-hegemónico que ponga en el centro del debate el aseguramiento de las condiciones que hacen posible la vida de las personas. Ese realmente sería un cambio, lo demás es solo un espejismo.
*Julia Evelyn Martínez es profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.