martes, 1 de febrero de 2011

No hay democracia donde los gobernantes le temen a la libertad

Vilma Núñez de Escorcia *

No quiero esta noche pronunciar ante ustedes sólo unas palabras protocolarias y de agradecimiento formal. Quisiera compartir con ustedes algunos de los sentimientos que me han acompañado desde el momento en que el Excelentísimo Embajador de Francia en Nicaragua, señor Thierry Frayssé, me comunicó la decisión del gobierno de Francia de otorgarme la Orden de la Legión de Honor.

No puedo ocultar que este reconocimiento es para mí motivo de gran alegría y, por qué no decirlo, de orgullo. Es un estímulo que me reafirma en mi compromiso de seguir defendiendo los derechos humanos sin exclusiones. Siento también que la decisión del gobierno de Francia de otorgar esta Orden a una defensora de derechos humanos representa el reconocimiento a la validez de una lucha que en todo el mundo llevan adelante miles de mujeres y hombres decididos y apasionados con esta causa.

Esta Orden tiene para mí una significación muy especial por el aporte de Francia al desarrollo jurídico de los derechos humanos desde que en ese país se proclamó en 1789 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Ese texto, expresión de los ideales de la Revolución Francesa, tuvo un gran eco en los países de América Latina, que eran todavía colonias españolas y portuguesas y en los que soplaban ya los aires de independencia. Los “derechos del hombre” de aquella Declaración coincidían plenamente con las aspiraciones y reivindicaciones de nuestros pueblos.

Esta Orden me recuerda también a referentes insustituibles de Francia en la defensa de los derechos humanos. Cómo no mencionar hoy a Olimpia de Gouges, ejemplo de la lucha de las mujeres por sus derechos políticos, autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791, texto en el que se adelantaba a muchos de los postulados de recientes convenciones y declaraciones. La Revolución Francesa enarbolaba las banderas de la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad, pero sólo para un estamento de la sociedad, mientras la ciudadanía continuaba restringida para las mujeres. En el artículo 10 de aquella Declaración Olimpia afirmó que “si una mujer podía subir al cadalso debía tener igual derecho de ascender a la tribuna”. Su espíritu visionario le costó la vida y fue víctima de la intolerancia y de la guillotina.

Cómo no mencionar hoy al profesor René Cassin, principal inspirador y redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, proclamada por la Asamblea General de Naciones Unidas en París, en el Palacio de Chaillot. Cassin fue Premio Nobel de la Paz 1968 y con el dinero del premio fundó en 1969 en Estrasburgo el Instituto Internacional de Derechos Humanos. Como alumna del tercer curso de esa institución tuve el privilegio de escuchar sus conferencias, en las que, con la convicción que le daba una vida dedicada a la causa de los derechos humanos, proclamaba: “No habrá paz en este planeta mientras los derechos humanos sean violados en cualquier parte del mundo”.

Promover una causa justa, verdadera, limpia

Al recibir esta Orden Legión de Honor, permítanme invitarles a asumir el reto que la defensa de los derechos humanos nos plantea en las actuales circunstancias del mundo y de nuestra patria. Es un reto lleno de riesgos per asumirlo, nos da la oportunidad de sentirnos partícipes de los esfuerzos por promover una causa justa, verdadera, limpia, que no admite cuestionamientos.

Quienes defendemos los derechos humanos en la Nicaragua de hoy estamos obligados a emplear todas nuestras capacidades y fortaleza moral para estimular el cambio y promover el verdadero respeto a la plena dignidad humana, dejando al descubierto la falsedad de las campañas en las que se proclama una “restitución de derechos” basada en el sometimiento a cambio de migajas y falsas promesas. Demandemos participación y no limosnas, exijamos justicia y no prebendas, eduquemos no en la queja sino en el reclamo de nuestros derechos. En esta hora nadie puede eludir su deber de afirmar y de rescatar una democracia en la que la participación de ciudadanos y ciudadanas sea auténtica. Si no lo hacemos, si aceptamos vivir en la indiferencia y el temor, seremos responsables de los abusos y la impunidad del poder injusto.

Y esto lo digo porque estamos aún muy lejos de ganar la batalla por la plena vigencia de los derechos humanos en nuestro país, donde el gobierno está repitiendo muchas de las prácticas autoritarias del dictador de ayer. Nunca habrá democracia donde los gobernantes le temen a la libertad.

Si defendemos nuestros derechos, si cumplimos con nuestro deber, si asumimos el reto, si aceptamos emprender esta ardua tarea, la historia de Nicaragua nos juzgará no como un pueblo que aceptó pasivo la imposición de un proyecto autoritario, sino como un pueblo que resistió valiente y activamente la violación de sus derechos humanos.

Vaya mi más profundo agradecimiento al Gobierno de Francia, al Excelentísimo Señor Embajador Thierry Frayssé, al Señor Ministro Consejero Dominique Gautier, quienes tuvieron la iniciativa y llevaron adelante el proyecto para que su Gobierno, el Gobierno de Francia me otorgara este reconocimiento de tanta significación, en un momento tan crucial para nuestra patria y de tanta importancia para quienes trabajamos en el CENIDH y nos toca luchar resistiendo el acoso, la descalificación y los obstáculos que impone a nuestras tareas un gobierno que avanza en su empeño de imponer un régimen irrespetuoso de los derechos humanos.

Con mi familia, especialmente con Otto, con mis hijos y nietos, con quienes integramos el CENIDH, y con todas y todos los miembros de las organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales con quienes unimos luchas y esfuerzos por la transformación de nuestra Nicaragua, comparto este reconocimiento.

A todas y a todos nos pertenece.

Muchas gracias!

Discurso de agradecimiento de la Doctora Vilma Núñez de Escorcia al recibir a través del Excelentísimo Señor Embajador Thierry Frayssé, la Orden Legión de Honor, otorgada por el Gobierno de Francia. Managua, 27 de enero de 2011.

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